enero 2016
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Por: . | Fuente: Archidiócesis de Madrid

Fundador de la Orden de Calatrava

Martirologio Romano: En la villa de Ciruelos, en la región española de Castilla la Nueva, san Raimundo, abad de Fitero, que fundó la Orden de Calatrava y trabajó en favor de la cristiandad (c. 1160).

Fecha de canonización: 1719 por el Papa Clemente XI

Abad del monasterio cisterciense de Fitero en Navarra, y fundador de la Orden militar de Calatrava.

Se llamaba Raymundo Sierra o Raymond Serrat. Aunque documentalmente no puede probarse, lo más probable es que naciera en Saint Gaudens de Garona, en Francia, y que la época fue a comienzos del siglo XII. Algunos autores sitúan su nacimiento en Tarazona (Aragón), y otros afirman que fue en Barcelona.

Aparece como canónigo en Tarazona, atestiguado documentalmente por testimonio de su primer obispo, Don Miguel, monje benedictino. De aquí pasó a monje del monasterio cisterciense de Nuestra Señora de Sacala Dei, en Gascuña, y de ahí fue enviado como prior a la nueva fundación que Don Bernardo determinó hacer en España.

Se asentaron los nuevos monjes en el monte que llaman Yerga, con consentimiento del rey. En 1140 Alfonso VII les donó la villa de Nienzabas que había quedado asolada por los moros; aquí fundaron el monasterio de Nienzabas del que fue abad Raymundo a la muerte de Durando, alrededor del año 1144. Lo eligieron abad por la fama que tenía de santo y taumaturgo. Con el título y oficio de abad aparece ya en la escritura del 1146, al donar el rey al monasterio los dominios de Serna de Cervera y Baños de Tudescón, actuales balnearios de Fitero.

En 1148 asistió al capítulo general de la orden del Císter, en calidad de abad; en ese concilio estuvo presente el papa Eugenio III, que también era cisterciense.

Raymundo trasladó ese mismo año el monasterio al mejor sitio de Castejón, recibió la donación real del castillo de Tulungen y, en la heredad donada por Don Pedro Tizón y su esposa Doña Toda, fundó en 1150 el de Santa María de Fitero del que será el primer abad.

Diego de Velázquez es un monje que en tiempo pasado fue soldado y amigo del rey Sancho.

Raymundo y él se encuentran en Toledo el año 1158. Diego ha escuchado al rey el gran peligro que corre la plaza de Calatrava confiada años atrás por Alfonso VII a los Templarios, pero que ahora está casi desguarnecida que es por el momento la llave estratégica de Toledo. El peligro es grande por la proximidad de los almohades. Raymundo y Diego piden al rey la defensa de la plaza y con los monjes traídos de Fitero más un ejército formado por campesinos y artesanos consiguen defender la plaza y ahuyentar a los moros. En premio, el rey Sancho III les concede el dominio de Calatrava donde Raymundo funda el mismo año la Orden mitad monjes obedientes al toque de la campana, mitad soldados obedientes al toque de la trompeta que fue aprobada posteriormente por el papa Alejandro III, por bula de 25 de setiembre de 1164, cuando ya había muerto su fundador.

Raymundo murió en 1163 en Ciruelos y allí se enterró. En 1471 se trasladaron sus restos al monasterio cisterciense de Monte León de Toledo y, desde el siglo XIX, las reliquias del santo se encuentran en la catedral de Toledo.

Si los creyentes actuales quisiéramos imponer nuestra santa fe con la violencia, ya tendríamos que empezar por gestionar quién quisiera vendernos una bomba de hidrógeno; pero ese supuesto sería irreconciliable con la dignidad de las personas y el respeto a su dignidad, seríamos calificados inmediatamente de fanáticos y fundamentalistas; habríamos ciertamente perdido el norte de la caridad que califica a los cristianos como auténticos discípulos de Cristo, y nuestro modo de hacer supondría una renuncia total a los postulados de la convivencia democrática.

Desde luego, habríamos dejado de confiar en los medios de siempre oración, mortificación y buen ejemplo para ser sembradores de paz y de alegría que es el vehículo normal de transmisión de la fe, siempre don del Espíritu Santo. Pero, aunque hoy nos pueda parecer impropio de un santo vivir con la espada en la mano por la mañana y en oración adorante por la noche, la historia es así; juzgar los hechos pasados con la mentalidad actual es caer en un anacronismo.

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Por: . | Fuente: santiebeati.it

Fundadora del Instituto de las
Pequeñas Siervas del Sagrado Corazón de Jesús para los enfermos pobres

Martirologio Romano: En Turín, en Italia, beata Juana Francisca de la Visitación (Ana) Michelotti, virgen, que fundó el Instituto de las Hermanitas del Sagrado Corazón, para servir al Señor cuidando desinteresadamente a los enfermos pobres (1888).

Fecha de beatificación: 1 de noviembre de 1975 por el Papa Pablo VI.

"He rogado mucho y por mi y porque esta sea la voluntad de Dios: vive en mí un ardiente deseo de consagrarme toda a Jesús, en la asistencia a los enfermos pobres”. Este pensamiento, presente entre los pocos escritos que por humildad Ana Michelotti nos ha transmitido directamente, indica una misión nacida entre mil problemas, que gracias a una voluntad extraordinaria aún está floreciente y fecunda dentro de la Iglesia.

Ana nació en la alta Saboya (en aquella época territorio del Reino de Cerdeña), en Annecy, el 29 de agosto de 1843. El padre, originario de Almese (Turín), murió joven, dejando la familia en la completa miseria. La piadosísima madre les transmitió a sus dos hijos una gran fe: el día de la primera comunión de la pequeña Ana la llevó a visitar a un pobre enfermo, en la casa de aquel. Ese día nació un carisma.

La familia fue a Almese por primera vez cuando la joven tenía catorce años, fue huésped de su tío el canónico Michelotti. Establecida en Lyon, algunos años después, Ana entró en el instituto de las Hermanas de San Carlos, primero como alumna, luego como novicia. Pero educar no era su misión.

En la vuelta de pocos años murieron su madre y su hermano Antonio, novicio de los Hermanos de las Escuelas Cristianas: estaba sola en el mundo. Para subsistir laboró como instructora de las hijas de un arquitecto, pero ya era la señorita de los “enfermos pobres”, porque en cuanto podía los buscaba y se ponía a su servicio. En Annecy encontró a cierta Sor Catalina, ex-novicia del instituto de San José, que tenía los mismos sentimientos: juntas dieron inicio, en Lyon, a una obra privada de asistencia de los enfermos pobres en sus domicilios. Con el permiso del arzobispo vistieron el hábito religioso e hicieron la profesión de votos temporales. Pero la naciente congregación tuvo vida breve a causa de la guerra entre Francia y Prusia y en 1870 la beata, vestida por monja, volvió a Annecy y luego a Almese, estos viajes la hicieron pasr por Turín a menudo. Pasada la tormenta Sor Catalina la invitó a regresar a Lyon, obligándola a recomenzar como postulante. Ana aceptó humildemente, pero luego dejó el instituto por motivos de salud. En aquellos días, orando al pie de las tumbas de San Francisco de Sales y Santa Juana Francisca de Chantal, sintió que su obra nacería más allá de los Alpes.

Volvió a Almese a lomo de mula, continuando luego hacia Turín (septiembre1871). Alojada por un año en Moncalieri, cerca de las señoritas Lupis, iba todos los días a pie a la ciudad en busca de enfermos en dificultad para servirles. Alquiló luego un dormitorio, para sustentarse confeccionaba guantes, mientras que algunas chicas empezaban a ayudarla en su apostolado. El arzobispo Gastaldi, a inicios de 1874, les concedió que vistieran el hábito religioso, ceremonia que se realizó en la iglesia de Santa Maria di Plaza: nacía así el Instituto de las Pequeñas Siervas del Sagrado Corazón de Jesús que además de los tres votos ordinarios daría asistencia domiciliaria y gratuita a los enfermos pobres. La fundadora tomó el nombre de Madre Juana Francisca en honor de los fundadores de la Orden de la Visitación.

Los inicios fueron difíciles, caracterizados por la extrema pobreza, algunas de las religiosas murieron y otras abandonaron el instituto. El clérigo superior y el médico de la comunidad aconsejaron cerrar el instituto pero para animar a la Madre estuvo el sacerdote oratoriano1 Pade Félix Carpignano, de venerada memoria. En el piso que alquilaba en la Piazza Corpus Domini, mas de una vez se oyó a la Madre exclamar entre lagrimas: “¡Estoy dispuesta, o mi amado Señor, a recomenzar tu obra cincuenta veces si es necesario, pero ayúdame!”. Dios lo escuchó. En 1879 Antonia Sismonda, enterada de las pobres condiciones en que vivían las Pequeñas Siervas, las hospedó en una villa de la colina turinesa. Para 1882 lograron adquirir su propia villa en Valsalice.

La Madre Juana Francisca era la Regla viviente. Era mujer de intenso plegaria, mortificaba su cuerpo durmiendo en tierra o sobre un montón de paja o mezclando ceniza a la sopa. En la congregación quería monjas generosas, decía: "Si falláis, descendéis un peldaño, si os humilláis, subís tres". Al reprender a las religiosas a veces fue un poco fuerte, pero la querían, porque ante las dificultades infundía confianza. Leía y meditaba con ellas las Sagradas Escrituras, recomendándoles “ser prudentes, celosas y llenas de caridad”, buscando en los pobres a Jesucristo. Debían asistirlos material y espiritualmente, favoreciendo, si era posible, su acercamiento a los Sacramentos. Antes de tomar una decisión importante pedía consejo a sus confesores entre los que contaba a Don Bosco. La beata no se excuso de las tareas de recaudación, asistiendo incluso a actividades públicas, en las que a veces fue insultada. Habría querido instituir un grupo de monjas adoradoras, pero dado que el superior no se lo permitió, dispuso que cada monja hiciera cotidiana y profunda adoración al Sacratísimo Sacramento. Cuando pedía una gracia particular oraba con los brazos en cruz, de rodillas, alargando las manos hacia el tabernáculo. De Francia había traído una estatuita de la Virgen que fue bendecida por Monseñor Gastaldi. De vez en cuando, teniéndola entre sus brazos, en procesión con las monjas por el jardín, oraba cantando las letanías. Exhortó el rezar el Rosario y la devoción a la Virgen. Transmitió una profunda devoción a la Pasión del Señor: el viernes Santo almorzaba de pie o de rodillas, besaba los pies a las religiosas, antes de sentarse a comer tan sólo un mendrugo de pan.

En los últimos años de vida el asma bronquial a menudo obligó a la Madre a guardar cama. Creyéndose inadecuada de gobernar el instituto, que estaba en constante desarrollo, sobre todo en Lombardía, pero básicamente porque sus métodos disgustaron a un grupo de monjas ancianas, el 26 de diciembre de 1887 fue exonerada del cargo de superiora general. Aceptó la degradación, sometiéndose por primera a la nueva superiora, a quien ella misma había sugerido. Desde aquel día los dolores aumentaron, pero sonriendo decía: "Por Jesús todo sacrificio es poca cosa", "Yo estoy a punto de morir, pero vosotras no temáis. Yo continuaré ayudando y a dirigiendo a las Pequeñas Siervas del Sagrado Corazón de Jesús para los enfermos pobres".

Ana Michelotti murió el 1 de febrero de 1888, un día después de Don Bosco. Pocas horas antes de su muerte permitió, cediendo a las repetidas insistencias de las monjas, que la fotografiaran. Quien por toda la vida, olvidándose de sí misma, sirvió a los más indefensos, fue enterrada, llevando en sus caderas el cíngulo franciscano, en un pobre ataúd, en la tierra mojada por la lluvia de un pequeño cementerio. "El grano de trigo" murió pero una luz de amor habría de seguir brillando en sus hijas, hoy activas también en tierras de misión.

Sus reliquias son veneradas en Turín en la casa matriz de Valsalice.

Si usted tiene información relevante para la canonización de la Beata Juana Francisca, contacte a:
Piccole Serve del Sacro Cuore di Gesù
Viale Catone, 29
10131 Torino, Italia

Oración
Dios,
Padre de todo,
que en la vida de Anna Michelotti
nos has dado un ejemplo de total dedicación a los enfermos y a los pobres.
Ayúdanos a saber reconocer a Nuestro Señor Jesucristo
en los más débiles y abandonados,
y el servirlos con un corazón generoso.
Por Cristo Nuestro Señor.
Amén.

Reproducido con autorización de Santiebeati.it

responsable de la traducción: Xavier Villalta


1Oratoriano: miembro de la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri.

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Presbítero y Mártir

Martirologio Romano: En Londres, en Inglaterra, san Enrique Morse, presbítero de la Compañía de Jesús y mártir, que, apresado en diversas ocasiones y exiliado dos veces, fue encarcelado de nuevo en tiempo del rey Carlos I por ser sacerdote y, después de haber celebrado la Misa en la cárcel, ahorcado en Tyburn entregó su alma a Dios (1645).

Fecha de canonización: Fue canonizado el 25 de octubre de 1970, por Pablo VI como uno de los 40 mártíres de Inglaterra y Gales.

Nacido en la Iglesia Anglicana en 1595 en una familia de la pequeña nobleza, cuando estudiaba leyes en Londres, se adhirió al Catolicismo y se ordenó sacerdote en Roma. En 1624 volvió a Inglaterra y realizó sus votos en la Compañía de Jesús estando en prisión, ante su compañero de cautiverio en York, el Padre John Robinson, con quien compartió la cárcel.

A continuación fue desterrado a Flandes. Regresó a Inglaterra, de modo clandestino, ayudó a los enfermos durante una epidemia de peste en 1636, contrajo la enfermedad y salió sano de ella.

Fue retenido y acusado de predicar a los protestantes solicitando su conversión al catolicismo. Fue condenado a muerte en 1645. El día de su ejecución celebró en la cárcel la santa misa.

Camino del cadalso observaron el cortejo los embajadores de países católicos: Francia, España y Portugal, con sus séquitos correspondientes, para rendir homenaje al mártir. En el patíbulo, con la soga en su cuello, declaró profesar su religión y haber trabajado siempre por el bienestar de sus conciudadanos, negando rotundamente que hubiera organizado o participado en conspiración alguna contra el rey, a continuación, rezó en alta voz por la salvación de su alma, por la de sus perseguidores y por el Reino de Inglaterra. Murió ahorcado el 1º de febrero de 1645.

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1/31/2016 10:11:00 p. m.
VATICANO, 31 Ene. 16 (ACI).- El pasado 15 de enero el Papa Francisco visitó sorpresivamente un hogar de ancianos y una casa para enfermos en estado vegetativo como gestos de misericordia en este Año Santo.

Este viernes, el Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, Mons. Rino Fisichella, explicó qué buscan estos signos.

''Estos signos comportan un valor simbólico de frente a tantas necesidades que presenta la sociedad de hoy; buscan que todos puedan darse cuenta de las múltiples situaciones de dificultad existentes en nuestras ciudades, ante las que se puede ofrecer una pequeña respuesta de atención y de ayuda'', indicó la autoridad vaticana.

Como se recuerda, en diciembre del pasado, el Papa había anunciado que “un viernes de cada mes haré un gesto distinto” para testimoniar la misericordia de Dios. Hoy cumplió esa promesa al visitar de manera sorpresiva un hogar de ancianos en la periferia de Roma y una casa de reposo.

Otro de los gestos que Mons. Fisichella destacó fue la apertura de la Puerta de la caridad en el Comedor “Don Luigi di Liegro” el 18 de diciembre, donde celebró la Eucaristía en el refectorio.

1/31/2016 09:41:00 p. m.
ROMA, 31 Ene. 16 (ACI).- El P. Engelmar Unzeitig fue un joven sacerdote de origen checo que fue arrestado por los nazis el 21 de abril de 1941.

¿Su crimen? Predicar contra el Tercer Reich, especialmente contra el trato hacia el pueblo judío. También por incentivar a su congregación a permanecer fiel a Dios y a resistir las mentiras del régimen nazi.

Como castigo, el sacerdote fue enviado al campo de concentración de Dachau, conocido como “el monasterio más grande del mundo” porque llegó a encerrar a cerca de 2700 clérigos, de los cuales el 95 por ciento eran sacerdotes católicos polacos.

Fr. Engelmar Unzeitig, concentration camp priest, declared a martyr. https://t.co/baU3R9w1Ak #HolocaustMemorialDay pic.twitter.com/ko0hUaWpWH

— Catholic Bioethics (@NCBCenter) enero 27, 2016

El P. Unzeitig tenía 30 años, y había sido ordenado dos años antes de su llegada a Dachau. Nació en 1911 en Greifendorf, la actual República Checa. Ingresó al seminario a los 18 años y se convirtió en sacerdote de la Sociedad Misionera Mariannhill, cuyo lema era: “Si nadie más va: ¡yo voy!”.

Durante su cautiverio estudió ruso para poder ayudar a los que llegaban de Europa Oriental y por su actitud de servicio a los demás se le consideró como un hombre santo dentro de Dachau.

El trato hacia los sacerdotes y ministros en Dachau era impredecible: a veces les permitían alabar y otras eran tratados severamente. Por ejemplo, en un Viernes Santo, para “celebrar la ocasión”, los nazis seleccionaron a decenas de sacerdotes para torturarlos.

Por varios años el P. Unzeitig gozó de buena salud pese al maltrato que recibía. Sin embargo, cuando una epidemia de fiebre tifoidea asoló el campo, él y otros 19 sacerdotes se ofrecieron de voluntarios para hacer lo que nadie quería: atender a los enfermos y moribundos, lo que significaba una certera sentencia de muerte.

Así él y sus compañeros bañaban y cuidaban a los enfermos. También oraban con ellos y les administraban los últimos ritos.

A pesar de las circunstancias difíciles, el P. Unzeitig encontró esperanza y alegría en su fe, tal como se refleja en las cartas que le envió a su hermana:

“Hagamos lo que hagamos, queramos lo que queramos, es seguramente solo la gracia que nos lleva y nos guía. La gracia todopoderosa de Dios nos ayuda a superar obstáculos...el amor duplica nuestra fuerza, nos hace ingeniosos, nos hace sentir contentos y libres interiormente. Si la gente se diera cuenta de lo que Dios tiene preparado para los que le aman! ", escribió.

En otra carta señaló:

“Incluso detrás de los sacrificios más difíciles y los peores sufrimientos está Dios con su amor paternal, que está satisfecho con la buena voluntad de sus hijos y a ellos y otros da la felicidad ".

El 2 de marzo de 1945 el P.Unzeitig sucumbió a la fiebre tifoidea junto con otros dos sacerdotes voluntarios. El campo de concentración de Dachau fue liberado por los soldados estadounidenses unas semanas después.

En reconocimiento a sus virtudes heroicas, el P. Engelmar Unzeitig fue declarado Venerable por el Papa Benedicto XVI el 3 de julio del año 2009.

El pasado 21 de enero el Papa Francisco reconoció oficialmente al P. Unzeitig como mártir, asesinado por odio a la fe, lo cual abre el camino para su beatificación.

Traducido por María Ximena Rondón. Publicado originalmente en CNA.

Cuando David recibió esta noticia: "Todos los hombres de Israel están de parte de Absalón", dijo a todos sus servidores que estaban con él en Jerusalén: "¡Rápido huyamos! Si Absalón se nos pone delante, no tendremos escapatoria. ¡Apúrense a partir, no sea que él nos sorprenda, que precipite la desgracia sobre nosotros y pase la ciudad al filo de la espada!". David subía la cuesta de los Olivos; iba llorando, con la cabeza cubierta y los pies descalzos. Todo el pueblo que lo acompañaba también llevaba la cabeza cubierta, y lloraba mientras subía. Cuando el rey llegaba a Bajurím salió de allí un hombre del mismo clan que la casa de Saúl, llamado Simei, hijo de Guerá. Mientras salía, iba lanzando maldiciones, y arrojaba piedras contra David y contra sus servidores, a pesar de que todo el pueblo y todos los guerreros marchaban a la derecha y a la izquierda del rey. Y al maldecirlo, decía: "¡Fuera, fuera, hombre sanguinario y canalla! El Señor hace recaer sobre ti toda la sangre de la casa de Saúl, a quien tú has usurpado el reino. ¡El Señor ha puesto la realeza en manos de tu hijo Absalón, mientras que tú has caído en desgracia, porque eres un sanguinario!". Abisai, hijo de Seruiá, dijo al rey: "¿Cómo ese perro muerto va a maldecir a mi señor, el rey? ¡Deja que me cruce y le cortaré la cabeza!". Pero el rey replicó: "¿Qué tengo que ver yo con ustedes, hijos de Seruiá? Si él maldice, es porque el Señor le ha dicho: "¡Maldice a David!". ¿Quién podrá entonces reprochárselo?". Luego David dijo a Abisai y a todos sus servidores: "Si un hijo mío, nacido de mis entrañas, quiere quitarme la vida, ¡cuánto más este benjaminita! Déjenlo que maldiga, si así se lo ha dicho el Señor. Quizá el Señor mire mi humillación y me devuelva la felicidad, a cambio de esta maldición que hoy recibo de él". David siguió con sus hombres por el camino, mientras Simei iba por la ladera de la montaña, al costado de él; y a medida que avanzaba, profería maldiciones, arrojaba piedras y levantaba polvo.

Señor, ¡qué numerosos son mis adversarios, cuántos los que se levantan contra mí! ¡Cuántos son los que dicen de mí: “Dios ya no quiere salvarlo”! Pero tú eres mi escudo protector y mi gloria, tú mantienes erguida mi cabeza. Invoco al Señor en alta voz y él me responde desde su santa Montaña. Yo me acuesto y me duermo, y me despierto tranquilo porque el Señor me sostiene. No temo a la multitud innumerable, apostada contra mí por todas partes.

Llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos. Apenas Jesús desembarcó, le salió al encuentro desde el cementerio un hombre poseído por un espíritu impuro. El habitaba en los sepulcros, y nadie podía sujetarlo, ni siquiera con cadenas. Muchas veces lo habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarlo. Día y noche, vagaba entre los sepulcros y por la montaña, dando alaridos e hiriéndose con piedras. Al ver de lejos a Jesús, vino corriendo a postrarse ante él, gritando con fuerza: "¿Qué quieres de mí, Jesús, Hijo de Dios, el Altísimo? ¡Te conjuro por Dios, no me atormentes!". Porque Jesús le había dicho: "¡Sal de este hombre, espíritu impuro!". Después le preguntó: "¿Cuál es tu nombre?". El respondió: "Mi nombre es Legión, porque somos muchos". Y le rogaba con insistencia que no lo expulsara de aquella región. Había allí una gran piara de cerdos que estaba paciendo en la montaña. Los espíritus impuros suplicaron a Jesús: "Envíanos a los cerdos, para que entremos en ellos". El se lo permitió. Entonces los espíritus impuros salieron de aquel hombre, entraron en los cerdos, y desde lo alto del acantilado, toda la piara -unos dos mil animales- se precipitó al mar y se ahogó. Los cuidadores huyeron y difundieron la noticia en la ciudad y en los poblados. La gente fue a ver qué había sucedido. Cuando llegaron adonde estaba Jesús, vieron sentado, vestido y en su sano juicio, al que había estado poseído por aquella Legión, y se llenaron de temor. Los testigos del hecho les contaron lo que había sucedido con el endemoniado y con los cerdos. Entonces empezaron a pedir a Jesús que se alejara de su territorio. En el momento de embarcarse, el hombre que había estado endemoniado le pidió que lo dejara quedarse con él. Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: "Vete a tu casa con tu familia, y anúnciales todo lo que el Señor hizo contigo al compadecerse de ti". El hombre se fue y comenzó a proclamar por la región de la Decápolis lo que Jesús había hecho por él, y todos quedaban admirados.

El hecho del poder del mal en el corazón humano y en la humanidad es innegable. La pregunta permanece: ¿cómo explicar este mal? La fe nos dice que existen dos misterios de luz y un misterio de noche, el cual, sin embargo, se encuentra envuelto por los misterios de luz. El primer misterio de luz es éste: la fe nos dice que no hay dos principios, uno bueno y el otro malo, sino un único principio: Dios creador, y este principio es bueno, es sólo bueno, sin sombra alguna de mal. Por eso el ser no puede ser una mezcla de bien y de mal: el ser, como tal, es bueno, y por ello pues, es bueno ser, es bueno vivir. Este es el gozoso anuncio de la fe: no hay más que una sola fuente, buena, el Creador... Viene después un misterio de oscuridad, de noche. El mal no proviene de la fuente misma del ser, no es igualmente original. El mal proviene de una libertad creada, de una libertad mal utilizada. ¿Cómo ha sido posible esto? ¿Cómo se produjo? Las cosas permanecen oscuras. El mal no es lógico. Tan solo Dios y el bien son lógicos, son luz. El mal permanece siendo misterioso... Lo podemos atisbar, pero no explicar; no se puede narrar como un hecho al que le sigue otro hecho porque se trata de una realidad más profunda. Sigue siendo un misterio de oscuridad, de noche. Pero inmediatamente se le añade un misterio de luz. El mal viene de una fuente subordinada. Dios, con su luz, es más fuerte. Por eso el mal puede ser sobrepasado. Es decir, que la criatura, el hombre, puede curar... De tal manera que, al fin, en última instancia vemos que no sólo puede ser curado, sino que, efectivamente, es curado. Es Dios quien ha introducido la curación. Él mismo en persona entró en la historia. A la fuente permanente de mal opuso la fuente del bien puro. Cristo crucificado y resucitado, nuevo Adán, opone al río contaminado del mal un río de luz. Y este río sigue estando presente en la historia: miremos a los santos, los grandes santos pero también los santos más sencillos, los simples fieles y vemos que el río de luz que viene de Cristo es poderoso y está presente en ellos.

1/31/2016 07:26:00 a. m.
VATICANO, 31 Ene. 16 (ACI).- El Papa Francisco ha recordado en un video-mensaje que la Eucaristía “es una escuela de servicio humilde” que “nos enseña a estar preparados para ser para los demás”, lo que también está “en el centro del discipulado misionero”.

El mensaje ha fue enviado por la clausura del Congreso Eucarístico Internacional que se ha celebrado en Cebú (Filipinas) del 24 al 31 de enero.

La Santa Misa también “cambia los corazones” y “nos permite ser premurosos, proteger a quien es pobre y vulnerable y ser sensibles al grito de nuestros hermanos y nuestras hermanas en necesidad”, dijo.

En el vídeo, el Papa recuerda la visita que efectuó al país hace ahora justo un año. “Pude constatar en persona la fe profunda y la capacidad de recuperación de la población (a causa de los tifones). Bajo la protección del Santo Niño, el pueblo filipino ha recibido el Evangelio de Jesucristo hace runos 500 años. Desde entonces, ha dado siempre al mundo un ejemplo de fidelidad y de profunda devoción al Señor y a su Iglesia”.

“Ha sido un pueblo de misioneros, difundiendo la luz del Evangelio en Asia y en los confines de la tierra”, asegura.

Francisco recuerda que Jesucristo “está siempre vivo y presente en su Iglesia, sobre todo en la eucaristía, el sacramento de su cuerpo y de su sangre”.

“La presencia de Cristo en medio de nosotros no es solo un consuelo, sino también una promesa y una invitación”, añade después.

“Es una promesa que un día la alegría y la paz eternas nos pertenecerán en la plenitud de su reino”, pero también es una invitación “a salir, como misioneros, para llevar el mensaje de ternura del Padre, de su perdón y de su misericordia a todo hombre, mujer y niño”.

Francisco asegura que en el mundo hay mucha necesidad de este mensaje y “si pensamos en todos los conflictos, las injusticias, las crisis humanitarias urgente que marcan nuestro tiempo nos damos cuenta de lo importante que es para todo cristiano ser un verdadero discípulo misionero, llevando la buena noticia del amor redentor de Cristo a un mundo tan necesitado de reconciliación, justicia y paz”.

Recordando que el Jubileo de la Misericordia, el Papa afirma que “estamos llamados a llevar el bálsamo de la misericordia de Dios a toda la familia humana, vendar las heridas, llevar la esperanza donde la desesperación tan habitual parece haber vencido”.

El Papa habló después de dos “gestos” de Jesús en la Última Cena: el convivir con los discípulos y el Lavatorio de Pies.

“Jesús podía escuchar a los otros, escuchar sus historias, apreciar las esperanzas y las aspiraciones y hablarles del amor del Padre”.

El Santo Padre invitó a que en cada Eucaristía se siga el ejemplo de Jesús “yendo al encuentro de los otros, con espíritu de respeto y apertura, para compartir con ellos el don que nosotros mismos hemos recibido”.

Para el Papa la Iglesia en Asia es clave dado que trabaja en el “respetuoso diálogo” con otras religiones. “Este testimonio profético se da muy a menudo a través del diálogo de vida”, añadió.

“El testimonio de la vida transformada por el amor de Dios es para nosotros la mejor forma de proclamar la promesa del reino de la reconciliación, justicia y unidad para la familia humana”.

Sobre el Lavatorio de pies, el Pontífice explica que Jesús lo hizo “como signo de servicio humilde, del amor incondicional con el que ha dado su vida en la cruz por la salvación del mundo”.

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— ACI Prensa (@aciprensa) enero 31, 2016

 

1/31/2016 06:56:00 a. m.
VATICANO, 31 Ene. 16 (ACI).- Este domingo se celebra en todo el mundo la Jornada Mundial de los enfermos de lepra. Por eso, el Papa Francisco dedicó unas palabras de consuelo a todos los que padecen esta enfermedad.

Luego del rezo del ángelus desde la Plaza de San Pedro, el Santo Padre explicó que “esta enfermedad, a pesar de estar en regresión, afecta todavía desafortunadamente a las personas más pobres y marginadas”.

“Es importante mantener viva la solidaridad con estos hermanos y hermanas, quienes han quedado inválidos después de esta enfermedad. A ellos les aseguramos nuestra oración, y aseguramos nuestro apoyo a quienes les asisten. Buenos laicos, buenas hermanas, buenos curas”.

Los últimos datos disponibles brindados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre esta enfermedad son de 2014. Según estos, ese año se registraron 213.899 casos de lepra. Sin embargo, se aclaró que los afectados pueden ser muchos más, ya que muchos países que no revelan sus cifras.

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— ACI Prensa (@aciprensa) enero 29, 2016

 

1/31/2016 06:56:00 a. m.
VATICANO, 31 Ene. 16 (ACI).- El Papa Francisco aseguró hoy al presidir el rezo del ángelus que todo creyente está expuesto a una tentación: “considerar la religión como una inversión humana y, en consecuencia, ponerse a ‘negociar’ con Dios buscando el propio interés”.

El Pontífice explicó que, en cambio “en la verdadera religión se trata de acoger la revelación de un Dios que es Padre y que se preocupa de cada una de sus criaturas, también de aquellas más pequeñas e insignificantes a los ojos de los hombres”.

Y este en esto consiste el ministerio de Jesús: “en anunciar que ninguna condición humana pueda constituir motivo de exclusión -¡ninguna condición humana puede ser motivo de exclusión!- del corazón del Padre, y que el único privilegio a los ojos de Dios es aquel de no tener privilegios”.

“El único privilegio a los ojos de Dios es aquel de no tener privilegios, de no tener padrinos, de abandonarse en sus manos”, añadió.

Francisco comentó el Evangelio de la liturgia del día en el que Jesús en la Sinagoga de Nazaret primero se sorprenden de sus palabras y luego murmuran de él. “Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra”, les responde Jesús.

“A este punto los presentes se sienten ofendidos, se levantan indignados, echan a Jesús fuera del pueblo y quisieran arrojarlo por el precipicio”, explicó el Santo Padre.

Según Francisco, este pasaje recuerda que Dios ha venido al mundo para salvar a los hombres, “Dios viene al encuentro de los hombres y las mujeres de todos los tiempos y lugares en las situaciones concretas en las cuales estos estén”. 

“También viene  a nuestro encuentro. Es siempre Él quien da el primer paso: viene a visitarnos con su misericordia, a levantarnos del polvo de nuestros pecados; viene a extendernos la mano para hacernos alzar del abismo en el que nos ha hecho caer nuestro orgullo, y nos invita a acoger la consolante verdad del Evangelio y a caminar por los caminos del bien. Siempre viene Él a encontrarnos, a buscarnos”.

El Papa dedicó sus últimas palabras de la breve catequesis a la Virgen María puesto que “ciertamente aquel día, en la sinagoga de Nazaret, también estaba María allí, la Madre”.

“Podemos imaginar los latidos de su corazón, una pequeña anticipación de aquello que sufrirá debajo de la Cruz, viendo a Jesús, allí en la sinagoga, primero admirado, luego desafiado, después insultado, después amenazado de muerte”.

“En su corazón, lleno de fe, ella guardaba cada cosa. Que ella nos ayude a convertirnos de un dios de los milagros al milagro de Dios, que es Jesucristo”, concluyó.

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— ACI Prensa (@aciprensa) enero 31, 2016

 

1/30/2016 11:11:00 p. m.
REDACCIÓN CENTRAL, 31 Ene. 16 (ACI).- “Uno solo es mi deseo: que sean felices en el tiempo y en la eternidad”, dejó escrito a sus jóvenes el gran San Juan Bosco, fundador de la Familia Salesiana y declarado “padre y maestro de la juventud” por San Juan Pablo II.

Don Bosco nació un 16 de agosto de 1815 en I Becchi, Castelnuovo D’ Asti (Italia). A sus dos años murió su padre y su mamá, la “Sierva de Dios” Margarita Occhiena, siendo analfabeta y pobre, se encargó de sacar adelante a sus hijos.

A los nueve años Juanito tuvo un sueño profético en el que vio una multitud de chiquillos que se peleaban y blasfemaban. Él trató de hacerlos callar con los puños, pero se apareció Jesús y le dijo que debía ganarse a los muchachos con la mansedumbre y la caridad. Asimismo, Cristo le mostró a la que sería su maestra: la Virgen María.

Luego, la Madre de Dios le indicó que mirara donde estaban los muchachos y Juan vio a muchos animales que después se transformaron en mansos corderos. Al final, la Virgen le dijo estas memorables palabras: “A su tiempo lo comprenderás todo”.

Poco a poco fue creciendo en Juan un gran interés por  los estudios, así como su deseo de ser sacerdote para aconsejar a los pequeños. No obstante, para lograrlo, muchas veces tuvo que abandonar su casa y trabajar en diferentes oficios que, en el futuro, él enseñaría a sus muchachos para que se  ganen un sustento.

Ingresó al seminario de Chieri y conoció a San José Cafasso, quien le mostró las prisiones y los barrios bajos donde había jóvenes necesitados. Recibió el orden sacerdotal en 1841 y buscando prevenir que los muchachos se pierdan en malos pasos, entonces inició el oratorio salesiano que desde  sus inicios reunió a cientos de jóvenes.

 Al principio esta obra no tenía lugar fijo hasta que logra establecerse en el barrio periférico de Valdocco. En una ocasión cayó gravemente enfermo, pero al recuperarse Don Bosco prometió dar hasta su último aliento por los jóvenes.

San Juan Bosco se entregó de lleno a consolidar y extender su obra. Brindó alojamiento a chicos abandonados, ofreció talleres de aprendizaje y, siendo un sacerdote pobre, construyó una iglesia en honor a San Francisco de Sales, el santo de la amabilidad.

En 1859 fundó a los Salesianos con un grupo de jóvenes y más adelante cofunda las Hijas de María Auxiliadora con Santa María Mazzarello. Luego también dio  inicio a los Salesianos Cooperadores. Además, sólo con donaciones, construyó la Basílica de María Auxiliadora de Turín y la Basílica del Sagrado Corazón en Roma.

San Juan Bosco partió a la Casa del Padre un 31 de enero de 1888, día que la Iglesia celebra su fiesta, y después de haber hecho vida aquella frase que le dijo a su alumno Santo Domingo Savio: “Aquí hacemos consistir la santidad en estar siempre alegres”.

7 frases y canciones para ser feliz como Don Bosco http://t.co/D6NU5DSqjE

— ACI Prensa (@aciprensa) agosto 16, 2015

 

Por: . | Fuente: Religi?n Libertad

Reina de las Dos Sicilias

Martirologio Romano: En Nápoles, Italia, Beata María Cristina de Saboya, Reina, que se destacó por sus virtudes, obras de piedad y prácticas religiosas. ( 1836)

Fecha de beatificación: 25 de enero de 2014, durante el pontificado de S.S. Francisco.

Maria Cristina de Saboya nació en Cagliari el 14 de noviembre de 1812, fue la última hija de Vittorio Emanuel I, rey de Cerdeña, y de la Archiduquesa Maria Teresa de Austria-Este. La educaron esegún los principios de una rigurosa religiosidad católica. A los nueve años, después de la abdicación de su padre, la familia se mudó a Génova, en donde frecuentemente visitaba a su hermana, la duquesa de Modena y Lucca.

Ya desde 1817, cuando tenía 5 años, Francisco I, rey de Nápoles, había pensado en ella como posible esposa de su hijo Fernando. Y a éste, dos años mayor, le gustó la idea en cuanto empezó a pensar en ello como príncipe. Así que al subir al trono en 1830 empezó un tira y afloja diplomático (la madre de María Cristina, María Teresa de Austria-Este, se oponía por la epilepsia de Fernando) hasta que todos concordaron.

Todos, salvo María Cristina. A todos había insistido en que a las pompas del mundo prefería el retiro del claustro y la paz del corazón. Pero entendiendo que era su deber como hija y heredera, el 21 de noviembre de 1832 contrajo matrimonio en Génova.

Según Harold Acton (1904-1994), erudito británico estudioso de los Borbones de Nápoles, "cuando llegó la hora de vestirse, rompió en lágrimas y sus damas de honor no sabían cómo consolarla. María Cristina les explicó que no podía apartar de sí el terror al matrimonio, hacia el cual no sentía la más mínima inclinación". Sin embargo, durante toda la ceremonia mantuvo el tipo y el gesto correctos.

El matrimonio con Fernando II de las Dos Sicilias, fue celebrado en el santuario de Voltri, cerca de Génova, el 21 de noviembre de 1832.

Durante el breve periodo en que fue reina, Maria Cristina, a quien sus contemporáneos describen come una dama fina y dulce y de salud delicada, se dedicó sobre todo a obras de piedad y a las prácticas religiosas. En el convento de Santo Domingo Soriano fundó un hogar para los necesitados.

Fernando y ella fueron felices en su matrimonio, aunque la leyenda negra unitarista difamó esa verdad. María Cristina orientó a su esposo y rey hacia las obras de caridad. Muy devota, se había consagrado a la Virgen desde muy pequeña, y leía a diario la Biblia en la corte, donde procuraba que todos asistiesen a misa el domingo. No tenía respetos humanos, y cuando iba en su carroza y se cruzaba con un sacerdote que llevaba el viático en procesión a un enfermo, mandaba parar y se arrodillaba a su paso. Facilitó muchos matrimonios de personas pobres que no tenían dinero haciéndoles donativos, y su preocupación por los más necesitados la hacía muy querida por casi todos.

Muchas veces obtuvo de su marido la mitigación de una política represiva contra los condenados políticos, y consiguió se les conmutara la pena de muerte.

Murió el 31 de enero de 1836 al dar a luz su primer hijo, el futuro Francisco II.

Pese a morir en olor de santidad cuestiones políticas frenaron su causa, cuando murió faltaba poco para que se pusiese en marcha un proceso que ni políticamente (por el carácter revolucionario del evento) ni religiosamente (por su carácter masónico) admitía que una Borbón devota y piadosa fuese elevada a los altares y convertida en icono popular.

El 2 de mayo de 2013 S.S. Francisco firmó el decreto reconociemdo un milagro atribuido a su intercesión.


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Presbítero

Martirologio Romano: En Nápoles, ciudad de la Campania, en Italia, san Francisco Xavier María Bianchi, presbítero de la Orden de Clérigos Regulares de San Pablo (Barnabitas), el cual, dotado de carismas místicos, convirtió a muchos a una vida según la gracia del Evangelio (1815).

Fecha de canonización: 21 de octubre de 1951 por el Papa Pío XII.

Francisco Javier M..ª Bianchi nació en Arpino, patria de Cicerón, el 10 de diciembre de 1743, y fue bautizado el día de San Francisco Javier, cuyo nombre recibió con el agua lustral.

Su padre, Carlos Antonio, tenía una fábrica de tejidos de lana, en la que el buen ejemplo de las virtudes del propietario y la caridad con que éste conjugaba la justicia con las necesidades familiares de sus obreros, hacía del lanificio Bianchi un excelente modelo. La madre, Faustína Morelli, excedía al esposo en virtudes cristianas de toda clase, principalmente en la caridad, completamente entregada al servicio social de la ciudad arpinatense, habiendo transformado su casa en un hospital o asilo, donde se acogía continuamente a dieciséis enfermos o necesitados. Con el ejemplo de tantas virtudes se formé y templó el espíritu de nuestro santo, dando ya desde su más tierna infancia frutos prometedores de santidad.

Para completar su formación literaria, fue mandado al seminario de Nola, cursando el bachillerato, confirmándose en su ánimo la vocación religiosa, contribuyendo a ello la escogida dirección espiritual, que no escatimaba medios para poner a disposición de los futuros levitas los grandes maestros del espíritu. En este centro de formación conoció y trató con el fundador de los redentoristas, San Alfonso María de Ligorio.

Cursados los estudios de filosofía en Nola y pasado algún tiempo en Nápoles, donde tuvo que vencer muchas dificultades, entró en el instituto de los barnabitas en 1762, y habiendo hecho su profesión y realizado diversas pruebas, el año 1765 empezó el curso de teología en el colegio que los barnabitas tenían en San Carlos alle Mortelle, de Nápoles, y en esta misma ciudad recibió las órdenes mayores del subdiaconado, diaconado y presbiterado, los días 11, 18 y 25 de enero de 1767, celebrando su primera misa el día de San Francisco de Sales de dicho año.

Para reponer su salud, algo quebrantada, con los aíres de la patria, fue destinado a Arpino, enseñando en el gimnasio público retórica durante dos años, transcurridos los cuales, fue enviado de nuevo a Nápoles, al colegio de San Carlos, esta vez como profesor de filosofía. El año 1773 pasó al colegio que los barnabitas tenían en Santa María in Cosmedin o de Portanova, en la misma ciudad de Nápoles, con la misma misión pedagógica. No había aún cumplido los treinta años cuando fue nombrado propósito de dicho colegio, cargo que regentó durante doce años.

Los testigos, llamados a declarar en los procesos de beatificación, le llaman el San Felipe de Nápoles, porque ambos santos, el Bianchí y el Neri, como se decía agudamente, tienen muchos rasgos paralelos, no sólo por su largo apostolado de dirección espiritual, sino también por el don de discreción de los espíritus.

Durante estos doce años, su apostolado fue fecundo, principalmente en el confesionario y en el púlpito, y sobre todo, conforme exigían los calamitosos tiempos, con el ejemplo que dio siempre de la más observante disciplina regular. Director y consejero de la clase más escogida de Nápoles, su discreción y su cultura se propagaba entre los círculos concéntricos de su celda y del confesionario, a donde acudían cada día toda clase de personas. principalmente del ambiente intelectual. Movido por esta fama el rector magnífico de la Universidad de Nápoles, monseñor Mateo Genaro Testa Piccolomini, titular de la sede de Cartago, le ofreció una cátedra en el Estudio General, que Bianchi rehusó. A pesar de esto, el rector del Ateneo, el 15 de septiembre, extendió el nombramiento de profesor de teología dogmática y polémica a favor del padre Bianchí, y el 21 de marzo del año siguiente (1779), el príncipe de Francavilla, presidente de la Academia de Ciencias y Letras, propuso fuera nombrado socio de número de dicha Academia, propuesta que fue aceptada por unanimidad.

Debemos tener presente que el siglo XVII transmitió al XVIII gérmenes de ideas nuevas, que se manifestaban externamente en una fiebre de saber. Por otra parte. los barnabitas, con sus renombrados colegios. recogían este afán de cultura, manifestada en la amplitud y brillantez de conocimientos que comunicaban a los escolares de su tiempo, pero principalmente a los religiosos de su instituto, que habían de profesarlos en sus cátedras. San Francisco Javier alcanzó este afán, que él llamaba intemperantia Iitterarum, que fue moderada después por consideraciones espirituales, religiosas, que desembocaron en sus últimos años al apostolado de la predicación y del consejo, en medio del cual, como en su ambiente propio, terminó los últimos años de su sufrida existencia.

Así se explica la nutrida correspondencia que mediaba entre el tío, canónigo, y el sobrino, barnabita, pidiendo éste libros a don Antonio y reclamando éste su devolución. Un modelo de esta erudición son también las notas que preparaba para sus lecciones y conferencias. Y la variedad de sus conocimientos se adivina en la lista de los libros del Santo, en el cual figuran tratados de omnire scibili, desde las lenguas, hebreo, griego y latín, literatura italiana y cristiana, hasta la filosofía, cristiana y profana, entre cuyos autores se distinguen Voltaire y Rousseau, para combatirlos, pues sabían todos que había obtenido del Santo Oficio permiso para leer estos autores. Cuando fue decretada la persecución a las órdenes religiosas, intentó salvar d6s cosas: la caja o fondo de la beatificación de la madre Francisca de las Llagas, de la que era el promotor con permiso de sus superiores, y treinta cajas de libros que quiso poner a salvo de las ruinas y destrucciones, que van siempre emparejadas con todas las persecuciones religiosas.

Los procesos están llenos de testigos, que narran sucesos extraordinarios o experimentados en sus propias personas o presenciados u obrados en otros.

Queremos reducir a pocos casos verdaderamente atestiguados por personas que los presenciaron: se refieren a las erupciones del Vesubio, La revolución, y la invasión francesa después, habían creado en Nápoles un ambiente de materialismo capaz de ahogar el espíritu religioso y moral que había conservado la tradición de la ciudad y los grandes ejemplos de santidad dados por una legión de sacerdotes y religiosos edificantes y santos. Los terremotos habían agrietado muchas casas de la ciudad, y el Vesubio, de cuándo en cuándo, rugía arrojando de sus entrañas ríos de fuego vivo. El dedo de Dios, vengándose de tantas iniquidades, parecerá evidente a las personas más temerosas y religiosas; pero, en medio de tantas pruebas, era también potente el Dios consolador, que hacia surgir hombres extraordinarios para conservar su fe con sus prodigios.

Dos casos solamente. El 22 de mayo se hallaba el padre Bianchí en Torre del Greco, a las faldas del Vesubio, en el Retiro de la Visitación. Instantáneamente, las llamas del volcán se desbordan y avanzan hacia el Retiro. La destrucción de la casa religiosa parecía inminente. Los más desesperados intentaron salvar lo irreparable, poniendo a salvo muebles y enseres. Este nerviosismo contrastaba con la calma y serenidad del padre Bianchí, asegurando que no pasaría nada. Enfermo, a duras penas pudo subir a la terraza, y ante aquel espectáculo apocalíptico del fuego que avanza, se detiene, musita una oración rogando a Dios detuviera aquel torrente amenazador. Y la lava se detuvo al margen mismo del Retiro, y se solidificó, no pasando adelante. En el mismo muro, formado por la solidificación de la lava, el cardenal arzobispo Guillermo Sanfelice levantó una capilla.

El día 12 de agosto, desde Pietra Bianca, escribe a las religiosas del refugio de Vía dei Portici que se pongan a salvo, pues el Vesubio quiere vengarse. La carta llegó al día siguiente; pero aquella noche, a las doce, el volcán irrumpió de nuevo y la casa fue destruida. El volcán estaba imponente y ante el gran peligro que todos presentían, el padre Bianchí fue llevado casi a cuestas al encuentro de la lava, y al hallarse frente a frente, venció la oración del padre Bianchí, pues la lava se detuvo instantáneamente a los pies del Santo.

La alcantarina Francisca de las Llagas le predijo una enfermedad larga y dolorosa. Y el vaticinio fue cumplido al pie de la letra. Empezó con una hinchazón en las piernas, que ni la ciencia de los médicos ni los cuidados de los amigos podían detener. Y en medio de terribles sufrimientos, recluido en la soledad de su celda, continuaba su apostolado de consejo y de edificación. A sus médicos les pedía sufrimientos, pues sus dolores eran las misericordias de Dios. Un alma eucarística como la suya sufría solamente ante el temor de no tener fuerzas para celebrar la santa misa. Sus amigos lo bajaban a la iglesia, y cuando ni esto podía hacer, le fue concedida la gracia de celebrarla en su celda. Durante la misa todos notaban la alegría que se leía en su semblante, como si le hubieran pasado todos los dolores. Se probó todo, incluso el cambio de clima; su amigo Buoncore le hospedó en su casa de Castelamare durante los años 1804-05. Un poco de alivio animaba a Bianchi físicamente; pero las calamidades morales que se cernían sobre la Iglesia y sus amigos le atormentaban extraordinariamente y quiso volver a animar a todos desde su soledad de Portanova. La dispersión de las órdenes religiosas fue un golpe duro para su alma apostólica. El párroco de Santa María in Cosmedin se arregló para que la celda que ocupaba en el contiguo colegio de Portanova fuese considerada como formando parte íntegramente de la parroquia, atendida la impotencia en que se hallaba el padre Bianchi. Esto sucedió el año 1810. Un cáliz más amargo tuvo que apurar hasta las heces: el abandono casi total de sus amigos, precisamente cuando más necesitaba de ellos: hubo tiempo en que era un peligro para el gobierno el trato con el padre Bianchi, Y el espionaje funcionaba.

Los últimos días de su existencia no tenía fuerzas para celebrar; pero cada día tuvo el consuelo de recibir la santa Eucaristía. El último aviso llamó a su puerta el día 27 de enero de 1815 bajo la apariencia de un accidente simple y fortuito. En virtud de una especie de contrato que había hecho con la venerable Francisca de las Llagas, ésta se le apareció para anunciarle que había llegado la hora de recibir el Viático, para el cual se preparó sonriente y alegre con todos los que le visitaron. El 31 del mismo mes de enero, muy de mañana, insistió en que le administraran la sagrada Eucaristía, habiendo recibido la noche anterior la extremaunción, y poco después de haber sido confortado con el pan de los ángeles, plácidamente expiró.

La fama de su santidad corrió rápidamente después de su muerte. Las gracias por él concedidas eran innumerables. Probáronse con la suficiencia requerida los milagros necesarios, y el barnabita padre Francisco Javier Bianchi fue solemnemente canonizado por la Iglesia.

Para el mundo, la vida es un hombre entre dos fechas: 2 diciembre 1743 - Francisco Javier María Bianchi - 31 de enero 1815.

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Terciaria Franciscana

Martirologio Romano: En Roma, beata Ludovica Albertoni, que educó cristianamente a sus hijos y, al morir su esposo, entró en la Tercera Orden de San Francisco y prestó ayuda a los necesitados hasta tal punto que de ser rica llegó a ser pobre (1533).

Fecha de beatificación: Culto confirmado el 28 de enero de 1671 por el Papa Clemente X.

Nació en Roma de familia noble en 1473. A los dos años murió su padre y, al casarse nuevamente su madre, ella fue encomendada a las tías paternas y a la abuela materna. A los veinte años se casó y tuvo tres hijas. Sus características fueron la fidelidad a los propios deberes y el amor para con los pobres. Amó a su esposo con santo afecto. Se dedicó a la educación de sus hijas dirigiendo su oración y sus lecturas. Cuando tenía treinta y tres años enviudó, duro golpe que finalmente supo aceptar con resignación.

A la muerte de su esposo se suscitaron problemas de herencia que le causaron vejaciones de parte de los parientes. Vivió todo el drama del saqueo de Roma y se prodigó a favor de los necesitados. Dedicaba parte de la noche al descanso, el resto a la penitencia. Solía repetir: «¿Cómo es posible vivir sin sufrir, cuando se contempla a nuestro Dios colgado en una Cruz?». Por la mañana participaba en la eucaristía y recibía devotamente la comunión. Luego distribuía el tiempo del día entre los trabajos de casa y la asistencia a los pobres y enfermos, a quienes visitaba en casa o en los hospitales. Dedicaba todos sus cuidados a las muchachas abandonadas o en peligro.

Decía a menudo: «Dios nos dio los bienes de la tierra para que los compartamos con los que los necesitan». Distribuyó todos sus bienes entre los pobres y pasó los últimos años de su vida en la más grande pobreza. Murió el 31 de enero de 1533 a los 60 años de edad. Todo Roma lloró su muerte juzgándola como la pérdida de la madre de todos. Su cuerpo se venera en la iglesia de San Francisco a Ripa, en Roma.

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1/30/2016 12:56:00 p. m.
ROMA, 30 Ene. 16 (ACI).- Miles de familias se manifestaron esta tarde en el “Circo Massimo” de Roma para defender a la familia frente a la intención de los políticos italianos de aprobar una ley que equipararía las parejas homosexuales al matrimonio natural hombre-mujer. La llamada ley “Cirinnà” pretende legalizar también los llamados “vientres de alquiler” o maternidad subrogada, así como la adopción de niños por homosexuales y la ideología de género en las escuelas.

El Comité “Defendamos a nuestros hijos” junto a numerosas asociaciones familiares, movimientos y nuevas comunidades de la Iglesia fueron los encargados de reunir dos millones de personas, según la organización, en contra de esta ley.

En las últimas semanas, también el Presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, el Cardenal Angelo Bagnasco, invitó en repetidas ocasiones a participar en la protesta para mostrar la disconformidad con los políticos que quieren votarla próxima semana a favor de la ley. De hecho, lo que hace semanas empezó a organizarse como un encuentro de católicos se transformó pronto en un evento civil al que mostraron su apoyo también otras confesiones religiosas e incluso no creyentes.

El responsable de la organización y de guiar el acto fue Mario Gandolfini, prestigioso médico que lucha contra la llamada teoría o ideología de género desde hace años. “Somos muchísimos, muchos más de los que pensábamos en un principio”, dijo en un momento del encuentro. “Está plaza no está contra nadie” sino contra una ley que “no es aceptable desde la primera a la última palabra”, destacó.

“Se podría hacer una operación de maquillaje, pero debe ser totalmente eliminada, no cambiar algunas palabras, lo decimos con franqueza”, señaló al tiempo que aplaudía la gente.

Para el médico, en el caso de continuar renegando de la familia natural “no existirán más las familias, sino modelos diversos, y los niños serán los principales perjudicados”, explicó.

A los parlamentarios recordó que “todos hemos nacido de un padre y una madre” y “nosotros no pertenecemos a ningún lobby, sino que somos simples y pobres familias y no tenemos quien nos defienda”. “No queremos hacer la guerra a nadie, solo defendemos a la familia”, subrayó.

Gandolfini también recordó “a los creyentes en Jesús” que “nuestro Señor ciertamente no nos ha enseñado a ser violentos con ninguno, sino que estamos aquí para reiterar que la dignidad humana debe ser respetada. Esta es una plaza por la belleza de la familia y no contra las personas, sino solo contra las ideologías”, remarcó de nuevo.

Sobre los “vientres de alquiler”, el principal organizador del evento indicó que “los niños no pueden ser comprados” y después hizo también referencia a que “Europa ha apostatado de sus raíces judeocristianas”. “Queremos enviar un mensaje: nosotros seguiremos todos las etapas de aprobación de esta ley y veremos quién recogerá nuestras indicaciones, nos acordaremos”, advirtió a los políticos.

En su intervención final señaló que “el amor requiere la complementariedad entre un hombre y una mujer, y solo de su unión surge la chispa de la vida”.

Durante el encuentro se han sucedido diferentes intervenciones de expertos y testimonios en el palco, en el que se podía leer en grande “Prohibido desguazar a la familia”. 

No pudieron asistir los miembros de la comunidad judía de Italia por ser Shabbat (su día santo), pero el Rabino jefe de la ciudad, Riccardo Di Segni, envió una carta de apoyo: “No se puede instrumentalizar a los niños para nuevas ideologías. Como dice el Papa Francisco: los niños no son animales con los que experimentar”, dice en ella.

Por su parte el diario oficial del Vaticano, L’Osservatore Romano, ha calificado la manifestación de “participación amplia y transversal, expresión de todas las almas de la sociedad italiana”.

El pasado 22 de enero, el Papa Francisco recibió en audiencia a los miembros del Tribunal de la Rota romana, a quienes les recordó que ”no puede haber confusión entre la familia querida por Dios y todo otro tipo de unión”. Unas palabras que también fueron recordadas este sábado en la manifestación.

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La palabra del Señor llegó a mí en estos términos: "Antes de formarte en el vientre materno, yo te conocía; antes de que salieras del seno, yo te había consagrado, te había constituido profeta para las naciones". En cuanto a ti, cíñete la cintura, levántate y diles todo lo que yo te ordene. No te dejes intimidar por ellos, no sea que te intimide yo delante de ellos. Mira que hoy hago de ti una plaza fuerte, una columna de hierro, una muralla de bronce, frente a todo el país: frente a los reyes de Judá y a sus jefes, a sus sacerdotes y al pueblo del país. Ellos combatirán contra ti, pero no te derrotarán, porque yo estoy contigo para librarte -oráculo del Señor-".

Yo me refugio en Ti, Señor, ¡que nunca tenga que avergonzarme! Por tu justicia, líbrame y rescátame, inclina tu oído hacia mí, y sálvame. Sé para mí una roca protectora, tú que decidiste venir siempre en mi ayuda, porque tú eres mi Roca y mi fortaleza. Líbrame, oh Dios, de la mano del impío, de las garras del malvado y del violento, Porque tú, Señor, eres mi esperanza y mi seguridad desde mi juventud. En ti me apoyé desde mis primeros pasos, tú me atrajiste desde el seno de mi madre, y para ti va siempre mi alabanza. Mi boca anunciará incesantemente tus actos de justicia y salvación, aunque ni siquiera soy capaz de enumerarlos. Dios mío, tú me enseñaste desde mi juventud, y hasta hoy he narrado tus maravillas.

Hermanos: Aspiren a los dones más perfectos. Y ahora voy a mostrarles un camino más perfecto todavía. Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe. Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada. Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada. El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasará jamás. Las profecías acabarán, el don de lenguas terminará, la ciencia desaparecerá; porque nuestra ciencia es imperfecta y nuestras profecías, limitadas. Cuando llegue lo que es perfecto, cesará lo que es imperfecto. Mientras yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño, pero cuando me hice hombre, dejé a un lado las cosas de niño. Ahora vemos como en un espejo, confusamente; después veremos cara a cara. Ahora conozco todo imperfectamente; después conoceré como Dios me conoce a mí. En una palabra, ahora existen tres cosas: la fe, la esperanza y el amor, pero la más grande de todas es el amor.

Entonces comenzó a decirles: "Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír". Todos daban testimonio a favor de él y estaban llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca. Y decían: "¿No es este el hijo de José?". Todos daban testimonio a favor de él y estaban llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca. Pero él les respondió: "Sin duda ustedes me citarán el refrán: 'Médico, cúrate a ti mismo'. Realiza también aquí, en tu patria, todo lo que hemos oído que sucedió en Cafarnaún". Después agregó: "Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra. Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país. Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón. También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio". Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo. Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino.

Cristo ha querido que el mundo le siguiera y así conducir a Dios Padre todos los habitantes de la tierra... Los venidos del paganismo, enriquecidos por la fe de Cristo, se han beneficiado del tesoro divino de la proclamación que trae la salvación. Por ella han llegado a ser partícipes del Reino de los cielos y compañeros de los santos, herederos de las realidades inexpresables (Ef 2,19.3.6)... Cristo promete la curación y el perdón de los pecados a los que tiene roto el corazón, y devuelve la vista a los ciegos. ¿Cómo no van a ser ciegos los que no reconocen a aquél que es el Dios verdadero? ¿No está su corazón privado de la luz divina y espiritual?. Es a ellos a quienes el Padre envía la luz del verdadero conocimiento de Dios. Llamados por la fe, lo han conocido; más aún, han sido conocidos por él. Habiendo sido hijos de la noche y de las tinieblas, han llegado a ser hijos de la luz (Ef 5,8) porque el día les ha iluminado, el Sol de justicia ha amanecido para ellos (Ml 3,20), y la estrella de la mañana se les ha aparecido en todo su esplendor (Ap 22,16). Sin embargo, nada se opone a que apliquemos todo lo que acabamos de decir a los descendientes de Israel. En efecto, también ellos tenían el corazón destrozado, eran pobres y estaban como encarcelados y llenos de tinieblas... Pero Cristo ha venido a anunciar la gracia de su venida, precisamente a los hijos de Israel antes que a los otros, y proclamar juntamente el año de gracia del Señor (Lc 4,19) y el día de la recompensa. El año de gracia es aquel en que Cristo ha sido crucificado por nosotros. Porque es entonces cuando hemos llegado a ser agradables a Dios Padre. Y es por él que damos fruto tal como él mismo nos lo enseñó: “Os aseguro, que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere da mucho fruto” (Jn 12,24). Y dice más todavía: “Cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí” (Jn 12,32). Realmente, él volvió a la vida al tercer día después de haber triturado con sus pies el poder de la muerte. Después dijo a sus santos discípulos: “Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos” (Mt 28,18-19).

1/30/2016 07:11:00 a. m.
VATICANO, 30 Ene. 16 (ACI).- El Papa Francisco improvisó unas palabras al final de su primera Audiencia Jubilar para expresar su tristeza por la señora Elvira, una trabajadora de limpieza de Santa Marta que falleció esta semana.

Como muchos saben, el Papa Francisco después de ser elegido nuevo Pontífice de la Iglesia, decidió no vivir en el apartamento papal del Palacio Apostólico, sino en la Casa Santa Marta situada a la entrada del Vaticano.

Allí viven algunos obispos y cardenales así como empleados vaticanos y todos ellos “somos como una familia”, dijo el Papa.

No obstante una de estas personas que desde hace años sirve en la Casa falleció el viernes después de una larga enfermedad. Y esta es la razón, reveló Francisco, de su tristeza.

Al final de la primera audiencia jubilar que celebró hoy sábado en la Plaza de San Pedro, el Pontífice contó lo sucedido:

“Querría decirles que hoy el Papa está un poco triste porque ayer faltó una señora que nos ha ayudado mucho, desde hace años también su marido trabaja aquí, con nosotros, en esta casa. Después de una larga enfermedad el Señor la ha llamado. Se llamaba Elvira. Y yo les invito, hoy, a hacer dos obras de misericordia: orar por los difuntos y consolar a los afligidos. Y les invito a rezar un Ave María por la paz eterna y la alegría de la señora Elvira, y para que el Señor consuele a su marido y a sus hijos”.

Además, al saludar a los peregrinos de lengua italiana, señaló que “algunos de ustedes se han preguntado, se preguntan, cómo es la casa del Papa, donde vive el Papa”.

“El Papa vive aquí detrás (refiriéndose a detrás de la Basílica de San Pedro), en la Casa Santa Marta”.

“Es una casa grande -continuó- donde viven unos 40 sacerdotes, algunos obispos que trabajan en la Curia conmigo, y hay también huéspedes que están de paso y son cardenales, obispos, laicos que vienen a Roma para los encuentros en los dicasterios”.

“Y hay un grupo de hombres y mujeres que llevan adelante los trabajos de la casa, tanto en las labores de limpieza, en la cocina, en el comedor”, explicó.

“Y este grupo de hombres y mujeres son parte de nuestra familia, forman una familia: no son empleados lejanos, no. Nosotros  sentimos que son como de nuestra familia”, dijo recordando a la señora Elvira.

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— ACI Prensa (@aciprensa) enero 30, 2016

 

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