Artículos por "Panegírico"
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Eugenio Amézquita Velasco

Centenares de personas abarrotaron el Templo de San Francisco de Celaya, para presenciar y participar en el Panegírico en honor de la Purísima Concepción de Celaya, donde se detonaron momentos de mucha emoción tanto de los asistentes, quienes se desbordaron en fuertes vivas a la Santísima Virgen al momento de aclamarla al final de este importante evento.


 A las 19:15 horas aproximadamente, dio inicio este poema literario musical, que contó con la participación del Coro y Orquesta Juveniles del Conservatorio de Celaya, bajo la dirección de Mons. Alejandro Montes Ávalos, interpretando primero una Salve, escrita por un sacerdote guanajuatense, para luego dar paso al Panegírico, en sus diversos movimientos, intercalando la poesía y las palabras de alabanza y amor a la Purísima Concepción y el reconocimiento a la ciudad de Celaya por su calidad mariana.



Previamente, los panegiristas habían hecho su entrada al Templo de San Francisco, dos de ellos ataviados a la usanza del antiguo Colegio de Universidad de Celaya así como un fraile del filosofado del Templo de la Cruz de Querétaro, perteneciente a la Provincia de San Pedro y San Pablo de Michoacán.



Al llegar al sitio donde se encontraban el Ministro Provincial Fray Flavio CHávez OFM, junto con el Vicario Provincial, Fray Gerardo Frausto y el guardián del Templo de San Francisco, Fray ARturo Ríos Lara OFM, acompañados por Fray Julio Negrete OFM, rector del Templo, los panegiristas se pusieron de rodillas para recibir la bendición del Ministro Provincial de la Provincia Franciscana de San Pedro y San Pablo de Michoacán y de ahí pasar a reverenciar la taumaturga imagen de la Purísima Concepción, actualmente expuesta al veneración de los celayenses y de propios y extraños.



 Tras todo esto y ya en marcha el Panegírico, los aplausos de los asistentes concentrados en este hermoso templo, joya del siglo XVIII-XIX y sede, casa de la Purísima Concepción no se hicieron esperar en cada una de las interpretaciones, pasando de la tranquilidad a la emoción y al cariño obligado a la Madre de Dios, la Siempre Virgen María en su advocación de la Purísima e Inmaculada Concepción.



Al finalizar el Panegírico, el Coro y Orquesta interpretaron dos piezas que fueron inmediatamente reconocidas por los celayenses, siendo estas "Salve Aurora Bella" y el Himno de Celaya, escrito por el maestro Isaías Barrón a principios del siglo XX.

Fray Arturo Ríos Lara, en su calidad de guardián del Convento Franciscano, hizo los agradecimientos y reconocimientos a los participantes así como a los frailes del convento, al párroco de Catedral, Padre Gilberto Rico Gómez; a los medios de comunicación y a las autoridades municipales, representadas por la síndico Adriana Josefina Audelo Arana, así como a la diputada federal Saraí Núñez, además de los diputados y camareras de la Purísima Concepción y a la Cofradía de la Purísima Concepción de Celaya.

El guardián del Convento explicó a los asistentes que este hecho en honor a la Purísima Concepción se transmitió a las redes sociales llegando a diversas partes de América Latina, convirtiendo este hecho en algo trascendente más allá de Celaya. Para esto, se contó con el apoyo técnico de la Comisión de Medios de Comunicación del Decanato de Catedral, en la persona del Pbro. Samuel Damián Pascual y su equipo del apostolado de Pastoral de la Comunicación de la Catedral de Celaya.






Eugenio Amézquita Velasco

En muchas ocasiones, nos damos a la tarea de buscar en los nuevos espacios electrónicos existentes en internet, materiales informativos pensando que todo está disponible en la red. La sorpresa es grande cuando constatamos que no es así y, para muchos, se termina ahí la búsqueda.


Debo reconocer que yo me encuentro entre ellos. Pero, para subsanar la carencia, pongo empeño en capturar textos y contenidos, muchos de ellos antiguos, que nos regresan a nuestros orígenes, a fin de no caer subsanar los graves errores que los sincretismos generan, desviándonos de lo verdadero y lo original, en este caso, de nuestra ciudad de Celaya, y que, en ese retorno a lo original y nuestro, nos ayuden a mantener viva y presente nuestras tradiciones religiosas, no entendidas estas como un mero hecho cultural, sino como la misma etimología de la palabra tradición lo significa, una transmisión de las cosas buenas que nos han legado y más cuando estas nos conducen directamente a Dios, a la Virgen María, los santos y a todo aquello que la Doctrina de la Iglesia, inspirada por el Espíritu Santo -que es Dios- a nuestra Madre la Iglesia Católica.


Este viernes 7 de diciembre de 2018, a las 19:00 horas en el Templo de San Francisco de Celaya, sede de la Purísima Concepción, se desarrollará el Panegírico, con tres declamadores, un laico y dos seminaristas franciscanos y la presencia de la Orquesta Sinfónica del Conservatorio de Celaya.

Por eso, compartimos a ustedes el texto íntegro del Panegírico en honor de la María Inmaculada, Reina, Madre y Patrona de Celaya, Guanajuato. México.  Poema Heroico de Fray Manuel Martínez de Navarrete, OFM (1768-1809). Templo de San Francisco - Celaya, Gto.

Nota Introductoria

Este Panegírico (es decir, himno de carácter laudatorio) es una de las manifestaciones más notables del culto que los celayenses tributan (fe, poesía, música y afecto) a María en la realidad de su Concepción Purísima.


No sabemos exactamente cuándo comenzó a celebrarse este singular acto; parece que fue en la primera mitad del siglo XVIII, época de oro del Pontificio y Real Colegio-Universidad de Celaya, pues en sus Estatutos se establecía que cada año y antes de dar principio al curso académico, uno de los Padres Profesores pronunciara un Himno Panegírico en honor de la Purísima Concepción, basándose en la doctrina teológica que el Beato Juan Duns Escoto -Doctor y Teólogo Franciscano- del siglo XIV, presentó en ese mismo siglo en defensa del singular privilegio de Santa María; doctrina por la que el Papa Pío IX definió el dogma de la Inmaculada Concepción en el siglo XIX.



Varias han sido las composiciones poéticas y musicales de este género en honor de la Purísima que, desde entonces, se han interpretado anualmente el 7 de diciembre.

El actual Poema es del célebre sacerdote franciscano Manuel Martínez de Navarrete, zamorano, ilustre hijo de la Universidad Pontificia y Real de Celaya.

El poema es de género literario heroico; consta de una introducción y tres cantos compuestos en versos endecasílabos agrupados en octavas reales.



Tiene como fin cantar el triunfo de María sobre el demonio. En el se presenta, con un hermoso lenguaje poético y teológico, el curso de la historia de la humanidad, desde la desobediencia de Adán y Eva hasta que la Mujer prometida vino y quedó vencido el poder del seductor del Mal.

La parte musical se intercala con la declamación del Poema. Es una Cantata con partes a solo y partes a coro, con acompañamiento de órgano o de orquesta. Don Agustín González es el autor de esta obra. Nativo de la ciudad de Guanajuato, estudio música en Querétaro primero y se perfeccionó en Alemania; ampliamente conocido por sus obras musicales en Querétaro y la Ciudad de México. Compuso la obra movido por su afecto a la Inmaculada y a instancias del recordado P. Fray Odorico Peñaflor, OFM y se realiza así desde 1931.

Con gozo fraterno, los Franciscanos -por Providencia Custodios perennes de la V. Imagen de la Patrona de Celaya- ofrecen a todos, siempre el 7 de diciembre, como queda dicho, la hermosa creación de dos Maestros: Fray Manuel Martínez y D. Agustín González.


  




Textos del Poema y del Coro

Introducción Musical Orquesta y Coro:

Noble Ciudad, cristiana, fervorosa,
Rica de amores a la Virgen Pura
Al contemplar su Concepción gloriosa
Desque en la mente del Creador fulgura
Sus triunfos de la sierpe venenosa,
Sus ruegos ante Dios por la creatura,
Acógente a la sombra de su manto
Y admira de sus gracias el encanto.

Introducción al Poema
"Ipsa conteret caput tuu" (Gen. 3, 15)

La misma que a su Dios concebiría,
Previsto estaba que por su pureza,
Con el curso del tiempo, la cabeza
Al infernal dragón quebrantaría.

PANEGIRISTA

Mientras que otros poetas afamados
Estremecen la tierra
Con cantos de varones esforzados,
Que triunfaron gloriosos en la guerra;
Mientras ellos se sienten animados
Para cantar los ínclitos soldados,
Que uniendo al pecho la acerada malla,
Corren tras de la gloria
Por horrorosos campos de batalla,
Mientras celebran la fatal victoria
Del capitán valiente
Que ciñó de laurel su altiva frente
Y que el tiempo borró de la memoria;
Yo me atrevo a cantar en este día
La victoria inmortal, el triunfo eterno
Que consiguió María
Contra el dragón horrible del infierno

Ahora quisiera yo con presto vuelo
Atravesar del éter los espacios,
Y llegando hasta el cielo,
Entrarme por dóricos palacios.
Uniérame al instante con el coro,
Que los triunfos ensalza de María
Con instrumentos de oro.
¡Qué agradable concierto, qué armonía,
Atónito escuchara,
Que allá a la eternidad me transportara,
Cuando el Omnipotente
Entrando en sus consejos eternales!
Preparaba esta Niña sabiamente
Para vencer las huestes infernales!
Entonces se encendiera
En fuego celestial la musa mía,
Que a su asunto tal vez correspondiera
Con gallarda nobleza y valentía.
Entonces... Mas ya siento que me inflama
Tan sólo el esplendor de aquesta idea,
Y su fogosa llama
En la región de mi alma centellea
Siéntome ya a cantar determinado
La triunfadora gracia:
Pero ¿quién a mis versos ha inspirado
La necesaria fuerza y eficacia?

¡Oh tú, que desde el trono de diamantes,
Al resplandor de tu asta refulgente,
Y de tus vivas flechas coruscantes,
Haces parar el sol resplandeciente!
Tú, que en forma de llamas elocuentes
Encendiste unos hombres que tronaron
Con formidable voz entre las gentes;
Tu a cuyo sacro fuego levantaron
El temple de sus plumas los Doctores,
Que celosas vibraron
Como rayos de esferas superiores:
Pues canto, ¡oh alto numen! la victoria
De la triunfante gracia,
Comunica a mi musa la eficacia
De los sublimes cantos de la gloria.

CANTO PRIMERO

Orquesta y coro:

¡Oh Trinidad Omnipotente, Eterna,
Una en esencia, en tus Personas Trina!
Al invocarte, el hombre se prosterna
Y humilde el ángel ante Ti se inclina.
Con tu poder que todo lo gobierna,
Con tu alma luz que al bien nos encamina
Para cantar las glorias de María,
De la Virgen dichosa que en tu mente,
Oh Padre excelso, fuera concebida
Antes que por tu diestra Omnipotente
Se formaran las fuentes de la vida,
Antes que el negro abismo y el ingente
Sinnúmero de soles, que convida
A cantarte, oh Señor, a darte gloria
Y a cantar de su reina la Victoria.

"Quia projectus est accusator". (Ap., 12, 10)
"Laetamini celi, et qui habitant in eis". (Id., v. 12)

Pues que triunfa la gracia de María,
¡Oh alcázares del cielo y moradores,
de la eterna mansión de resplandores,
dad voces de contento y alegría!

PANEGIRISTA

I

Hay un lugar feliz sobre la tierra,
Al que Paraíso de delicias llama,
Por los contentos que en su espacio encierra,
La voz corriente de la antigua fama;
De su verde recinto se destierra
La tristeza fatal, porque derrama
Un torrente de plácida alegría
El autor soberano que lo cría.

II

En él, como en compendio deleitoso,
Se asoma la feraz naturaleza,
Alentada del Todopoderoso,
Juntando lo mejor de su belleza;
El grupo de sus árboles frondoso,
De sus aguas la diáfana limpieza,
Y el canto de sus gratas avecillas,
Alaban del Creador las maravillas.

III

Para custodia del feliz terreno,
Acompañado de Eva, fue elegido
Adán, entonces de ventura lleno,
Y de blanca inocencia revestido.
Sale de su hondo cavernoso seno
El antiguo dragón, y fementido,
Persuade a los consortes el bocado
De que tuvo su origen el pecado.

IV

De éste nacieron la pasión furiosa,
La grave enfermedad, el dolor fuerte,
La caterva de males horrorosa,
Que nos arrastra al reino de la muerte.
En situación tan triste y lastimosa
Lloraba el mundo su infelice suerte,
Los cielos su favor le retiraron
Y sus eternas puertas le cerraron.

V

Pero Dios, que el remedio prevenía
De tantos males, como Padre tierno,
Desde antes de los tiempos disponía
Triunfar del monstruo que abortó el infierno.
El alma entonces traza de María...
¡Entonces?... ¿Qué es entonces? Ab aeterno:
Desde antes que los cielos fabricara,
Y a la tierra cimientos señalara

VI

Entra en sus altos juicios soberanos
La Trinidad augusta y la pureza
Que había de socorrer a los humanos,
Eleva sobre montes la firmeza;
Fábrica hermosa de sus sabias manos
Aparece cual grande fortaleza
Que vencerá con el poder eterno
Las espesas legiones del infierno.

VII

Jamás tuvieron tan sublime idea
Los fogosos poetas que cantaron
Las lides de su gran Pentesilea;
Ni jamás a Belona imaginaron
Tan fuerte, para entrar en la pelea,
Los que en carrozas de oro la soñaron,
Ni pudiera jamás la fantasía
Concebir igualdades a María.

VIII

Cual torre de David en su armadura
De donde escudos mil están pendientes,
Cual muralla de bronce, en cuya altura
Se divisan castillos refulgentes;
Cual batallón dispuesto en la llanura
De vivos y ordenados combatientes,
Cual conviene a la fuerza irresistible
Del Dios de los ejércitos terrible.

IX

Cual... Y ¿qué es esto, que agitado el pecho
Arde con vivo fuego acelerado?
El ancho mundo me parece estrecho,
Sin caber en su espacio ilimitado.
Alzo los ojos al dorado techo,
Y entonces... ¡qué cantor tan sublimado
Habrá, que entone con fogosa lira
El cúmulo de cosas que me admira?

X

Cuál águila que lleva el raudo vuelo
Por las alegres sendas de la altura,
Una reina camina por el cielo
Derramando esplendores de hermosura;
El sol la viste su inflamado velo,
De que emanan torrentes de luz pura;
La luna le hace peana a su grandeza,
Doce estrellas coronan su cabeza.

XI

Un terrible dragón... aqui debiera
Mi numen elevarse al estrellado
Polo brillante de la sexta esfera;
Y allá sobre las nubes levantando,
Abultando una voz, que estremeciera
Los cielos, como trueno dilatado
En su espacio, cantara en son horrendo
La escena formidable que estoy viendo.

XII

Un terrible dragón asoma luego
Emblema del pecado, enrojecido
Como embrión inflamado por el fuego
Del Etna, y a los vientos impelido,
Agitado de envidia, y furor ciego,
Acomete a la Reina embravecido;
Más Ella con un rayo de pureza
Quebranta con su cornífera cabeza.

XIII

En la región etérea se ha encendido
La abrasadora llama de la guerra;
Huye la luz, y el cielo se ha oscurecido,
Miguel batalla, y al dragon aterra;
Arrojado cual rayo desprendido
Del globo celestial, tiembla la tierra,
Y al tocar en la arena el monstruo insano,
Hórrido brama el espumoso océano.

XIV

Al punto suena por el alto coro,
La voz del misterioso vencimiento;
Yo escucho... es cierto, los clarines de oro,
Que penetran el vasto firmamento;
¡Víctor! repiten, y al cantar sonoro,
Responde en ecos la región del viento;
Y los sublimes genios a María
¡Salve!, le dicen, llenos de alegría.

XV

¡Salve!, repiten, Niña triunfadora,
A quien el Sumo Dios poder ha dado
Para ser la terrible vencedora
Del ángel contra el cielo rebelado.
De la eterna salud restauradora,
Al humano linaje has libertado.
Del soberbio dragón, cuya fiereza
Asusta a la mortal naturaleza.

XVI

¡Salve veces mil, Oh Princesa hermosa,
Hija querida del Monarca Eterno!
¡Salve, fecunda Virgen amorosa,
Dispuesta para madre de un Dios tierno!
¡Salve, divina, celestial Esposa
Del inflamado Espíritu ab eterno!
¡Oh, Salve veces mil, porque tu planta
Su cerviz a la culpa le quebranta!

XVII

¡Salve...! Así cantan, cuando alegremente
Se iluminan del aire los espacios;
Sube la Reina al cielo refulgente,
Éntrase por sus deíficos palacios;
Ya huella el pedestal resplandeciente
Del trono fabricado de topacios;
Su solio ocupa... y el asombro, en tanto,
Silencio impone a mi festivo canto.


CANTO SEGUNDO

Orquesta y Coro:

Eva y Adán tranquilos disfrutaban
Los dones del Señor: paz y alegría,
felicidad perfecta, y esperaban
Ir a cantar en el eterno día
La gloria del Señor a quien amaban.
En ellos el Señor se complacía
Porque, siempre obedientes, respetuosos
Y amantes de la ley, eran dichosos.
Mas al ver el Espíritu protervo
La hermosura del hombre, su inocencia,
La imagen del Altísimo, del verbo,
Impresas en la humana inteligencia,
herido se sintió, dolor acervo
Del pérfido desata la insolencia
Y a fin de someterlo a fiel tributo
Ofrece a la mujer vedado fruto...
El miserable Adán desobedece.
Y apenas reconoce haber faltado,
Se esconde: Dios la llama; se estremece.
¿Dónde estás? dice Dios. Avergonzado
Adán, ante el excelso comparece
Inculpa a la mujer de su pecado

Eva a su vez inculpa a la serpiente,
A la cual habla así el Omnipotente:
Maldita será tú, por atrevida:
Maldita entre las bestias y animales;
Arrastrándote irás envilecida,
Y tierra comerás en los eriales;
De la mujer serás aborrecida
Y en vano acecharás los calcañales
De una Virgen de prístina pureza
Que hollará con sus plantas tu cabeza.

"Avertisti captivitatem Jacob" (Sal 84, 2)
"Gloriosa dicta sunt de te, civitas Dei" (Sal 46, 3)

Gloriosa te predican, Virgen pura,
Porque bajando desde el alto cielo,
Cual ciudad de refugio, eres consuelo
Al mundo, que lloraba en prisión dura.

PANEGIRISTA

I

Cual negra tempestad, que en la vacía
región del aire, por la noche obscura
Brama espantosa, y asomando el día
Huye azorada de su antorcha pura.
Así el dragón horrendo perecía
Al luminoso rayo de hermosura,
Que despuntó la aurora soberana
Anunciando el candor de su mañana.

II

A duro cautivero reducidos,
Lloraban su miseria los mortales;
Los altos cielos, de su voz heridos,
Abren luego sus puertas eternales.
Oye el Señor sus lúgubres gemidos,
Y para dar consuelo a tantos males,
En misteriosas sombras y figuras
la libertad promete a sus creaturas.

III

Ya por Judá una nube pequeñuela
En apacible lluvia se derrama,
resucita la tierra y se consuela
Con nuevas flores y reciente grama.
Ya la ventura de Jacob con fausta llama
Anunciando a la cándida Doncella,
Nube fecunda reluciente estrella.

IV

Ya se asoma Raquel, y su belleza
Nos retrata el semblante de María;
Llega Débora, y dice su destreza
En triunfar de una larga tiranía.
Viene Judith, anuncia su entereza
El vigor de su brazo y su valentía;
Y Esther, con su virtuosa compostura
La Niña más modesta nos figura.

V

Corren siglos, y se acerca el día
En que a triunfar del monstruo y de su engaño
Desciende el alma hermosa de María;
El bajo mundo en su terrible daño
Por las celestes órbitas veía
Cuatro mil vueltas circular al año.
Desciende en fin la celestial belleza
A honrar a la mortal naturaleza.

VI

No tan alegre ríe el verde prado
Después de un largo y riguroso invierno,
Ni es tan fértil de Ceres el sembrado
con blanda lluvia de rocío tierno,
Como alegre y fecundo el preparado
Tronco glorioso con el bien eterno,
Que ostenta de su fruto esclarecido
Tan milagrosamente concebido.

VII

Cuando yo considero al Soberano
Artífice empeñado en la belleza,
Que cual refugio del linaje humano
Viene a ser la ciudad fortaleza
Parece que me toma de la mano
Un genio celestial y con presteza
Me lleva por el mundo dilatado
Que el águila de Patmos fue mostrado

VIII

Otra tierra, otros mares, otro cielo
Se vienen a mis ojos admirados;
El nublado se arrolla como un velo
Que ocultaba los cielos estrellados;
Entonces del empireo en manso vuelo
Sostenida de espíritus alados,
La ciudad del Señor baja a la tierra
Para hacer al infierno cruda guerra.

IX

A su aspecto se humillan las famosas
Pirámides de Menfis, las almenas
Elevadas de Roma, y las hermosas
Murallas de Cartago y de Micenas,
El Coloso de Rodas, y orgullosas
Torres gigantes de la insigne Atenas,
El orbe todom porque su estructura
Toca de Dios la incomprensible altura.

X

Mientras que de albas nubes rodeado
Yo me contemplo, asoma refulgente
Una benigna luz por el poblado
Que Ágreda llama la española gente;
A su claro reflejo iluminado,
El misterio descubro reverente;
El augusto misterio respetable
De la ciudad de Dios inexpugnable.

XI

Cante, pues, otra musa su belleza,
Su adorno, su primor, su simetría
Sus fundamentos santos, su pureza,
Todo en aplauso digno de María,
Que a mi musa esta vez su fortaleza
Le basta, cuando acá en la fantasía
Le ve como refugio en tantos males
Que padecen cautivos los mortales

XII

¡Qué muro! ¡Cuál se eleva! pero abiertas,
Ofreciendo seguro y franco paso,
Con su ingreso convidam doce puertas
Al Oriente, Aquilón, Austro y Ocaso;
Allá van las naciones que despiertas
a la plausible voz del feliz caso
Entran a resguardarse del horrendo
Cruel enemigo que las va siguiendo.

XIII

Como rugiente León, que se pasa
Alrededor del monte levantado
Cuando el hambre voraz lo aguijonea
Y busca sin sosiego algún bocado.
Así el dragón solícito rodea
la ciudad del refugio que han hallado
Para escapar sus bárbaros furores
Las almas de los tristes pecadores.

XIV

Pero, ¿Y qué? ¿Las diabólicas legiones
Han de asaltar los muros elevados
Que defienden celestes batallones
De espíritus valientes y esforzados?
¿Quién podrá derrotar los escuadrones
Que en su custodia velan, animados
Del celo de su rey omnipotente,
Que llena esta ciudad rsplandeciente?

XV

¿Qué es esto?... ¡Ah! del trono majestuoso
Que se eleva con real magnificencia,
sale la voz del Todopoderoso
Anunciando su mística presencia;
Vuela el dragón, huyendo temeroso,
y su denso escuadrón, con la violencia
De las aves que el vuelo han levantado
Al estruendo de un bronce fulminado.

XVI

Huye también la Parca macilenta,
Que la culpa en su imagen contenía;
El agudo dolor también se ahuyenta,
Y la negra infernal melancolía;
El llanto calla; ya no se lamenta
La congoja de tanto amargo día;
¡Triunfa la gracia! ¡Oh! ¡Viva!... de esta suerte
Que ha vencido a la muerte.

XVII

Esto pasaba, cuando el vivo fuego
que corre ardiente por las venas mías,
Acabando en un todo mi sosiego
Me ofrece el plan de nuevas baterías;
Siento ya el más extraño desasosiego
De todas mis potencias... ¡Oh almo Elías!
Elévame en tu carro al cielo, en tanto
Que templo el verso del tercero canto.


CANTO TERCERO

Orquesta y Coro:

Con Dios formabas ¡oh feliz María!
Cuanto en los cielos de existir se ufana;
Los astros de la noche, los del día,
Las galas de la tarde y la mañana
Y en tanto que el Señor se complacía
En tus gracias, oh Reina Soberana,
El Ángel contemplándote en la mente
Del Eterno, cantaba reverente:

¡Gloria, gloria, hosannas, aleluya!
Al Altísimo, al Todopoderoso;
El cielo se apresure y contribuya
a cantar el portento más grandioso:
Que una Virgen purísima destruya
La maldad del espíritu alevoso.
¡Salve, oh Virgen, completa es tu victoria,
Hosannas, aleluya, gloria, gloria!

Quid videbis in Sulamite, nisi choros castrorum!
(Cant 7, 1)

¿Qué vemos? ¿Qyé escuchamos en el día,
sino del alma Iglesia himnos sonoros?
¿Qué vemos, sino ejércitos canoros
que celebran el triunfo de María?

PANEGIRISTA

I

Todo el orbe se mueve; y entre tantp
Que corre placentera la alegría,
Celebrando el misterio sacrosanto
De la gracia triunfante de María,
La región se estremece del espanto
Y entre confusa y grande gritería:
¿Quién es ésta, se escucha, que ha triunfado
En su instante primero del pecado?

II

En el hondo palacio de la oscura
Y sempiterna noche se congrega
Una chusma diabólica, que jura
Destruir la causa porque no sosiega;
A todo su dolor y desventura
Desesperado el príncipe se entrega
Y amedrentado el hórrido Cocito
Levanta así su formidable grito:

III

¡Oh, grandes de mi corte! les decía...
Perdidos somos, porque la belleza
Que triunfa de nosotros en el día,
Es aquella mujer de fortaleza,
La misma que en el cielo nos vencía
Con solo la señal de su pureza;
Perdidos somos, pues su augusta gracia
Repara el mal de la primer desgracia...

IV

Así empezaba, cuando acallaron
Mil espíritus fuertes, proponiendo
Remedio en el error... Todos lanzaron
Su formidable voz, ¡Víctor! diciendo;
las subterráneas bóvedas temblaron,
Y cuando el negro monstruo iba saliendo,
Cual noche, de su lóbrega caverna,
Eclipsar presumió la luz eterna.

V

Corre por todo el ámbito anchuroso
De este gran universo, a la manera
De una peste, cuyo hálito dañoso
Del aire sano la bondad altera,
Aquí y allí derrama el contagioso
Letal veneno de su saña fiera;
Y aumentando sus sombras igualmente,
Se opone a la alba en su sagrado oriente.

VI

Rodeados de tinieblas horrorosas
Quedaron desde luego los Arrianos,
Maquinando sus sectas peligrosas
Con Begardos, Beguinas, Nestorianos;
Auméntanse las fuerzas poderosas
Del robusto escuadrón de anti-Marianos,
Que del error armados combatían
Las murallas que a Sión fortalecían.

VII

Opónense guerreros animosos
Los Padres de la Iglesia, y entretanto
Una noche de siglos tenebrosos
Cubre de dudas el misterio santo;
Batalla Anselmo y víctores gloriosos
De huestes enemigas son quebranto;
La devoción respira en Inglaterra:
¡Tiempo dichoso para aquella tierra!

VIII

Entonces el error se desvanece,
A la manera que la sombra oscura,
Cuando la blanca aurora resplandece
Sin niebla que se oponga a su hermosura.
Su aspecto le da horror, y se estremece,
La vista hurtando de la Virgen Pura:
Huye veloz el Tártaro profundo,
Brillan los cielos, y se alegra el mundo.

IX

Libre la Iglesia de enemigos tantos
Con el que error tenaz la perseguía,
Desata luego sus festivos cantos
Aplaudiendo la gracia de María.
¡Alégrate!, le dice, en himnos santos,
Que rebosan contento y alegría,
¡Alégrate en el punto inmaculado,
Que fuiste concebida sin pecado!

X

¡Alégrate!, pues, sólo con tu planta
Que el Señor fabricó de fortaleza,
Oprimes del infierno la garganta,
Que pestes vombitaba a tu pureza:
¡Alégrate!, pues vences tropa tanta,
Con que el error se opone a tu grandeza:
¡Alégrate, oh!... por siempre la alegría
Bañe tu rostro, celestial María.

XI

Por otra parte, en gruesos batallones
Se divide un ejército admirable
De sabios y doctísimos varones
Que la opinión defiende menos loable.
Si bien al parecer de sus razones
Arguyen sobre punto el más probable:
Decreto fue de Dios, que en la victoria
Sin fuerte oposición ¿Cuál fue la gracia?

XII

Los piadosos resisten por su parte,
Con heroica virtud, noble ardimiento;
Y así como un ejército de Marte
Que se anima al glorioso vencimiento
Cuando enarbola el bélico estandarte
De la horrísona trompa al ronco acento,
Así también se animan los doctores
De la piedad mariana defensores.

XIII

La disputa se enciende, y más se aviva
Cada día con tantas opiniones;
Arden las aulas, como en guerra viva
Los campos de encontrados batallones;
Suenan las armas que Minerva activa
reparte a sus fogosos escuadrones,
La verdad indecisa se confunde
Y el orbe literario ya se hunde.

XIV

Cuando el celoso Padre Omnipotente
De la gracia de su Hija Soberana,
Anima con esfuerzo suficiente
Al campeón de la escuela Franciscana.
Vuela Escoto a París, y cual ardiente
Rayo que vibra la razón Mariana,
El baluarte destruye que blasona
De invencible torreón en la Sorbona.

XV

A este tiempo la fama voladora
Sube a los aires, y el clarín sonando
Publica el triunfo de la gran Señora
Contra las fuerzas del contrario bando.
Al eco grave de su voz sonora
Que se va por el orbe dilatando,
Vienen a refugiarse con su tropa
La Asia, la África, América y Europa.

XVI

¡Grandes provincias, reinos dilatados,
Populosas ciudades de la tierra,
rendid las armas a los celebrados
Triunfos gloriosos de tan fausta guerra!
¡Fieles Españas! ¡Reinos bienhadados!
¡Oh cuánto el Orco de mirar se aterra
En vuestros Carlos, reyes victoriosos
Celebrar esos triunfos misteriosos!

XVII

¡Salid, hijas de Sión; ved cuál se eleva
Al Empíreo la Reina Soberana,
Que con reciente albor, y con luz nueva
De sus astros festeja la mañana;
Cuya hermosura la atención se lleva
Del sol y de la luna, cuando ufana
La familia de Dios, sus hijos todos
Canta sus triunfos en alegres modos!

XVIII

Y ¡oh tu, Celaya!, que a la Soberana
Princesa te le ofreces obsequiosa,
Pues que te llamas la Ciudad Mariana
Y, por lo mismo, la Ciudad Gloriosa,
Así en tu frente lleves siempre ufana
El claro nombre de esta Niña hermosa;
Que no cesen tus cultos anualmente,
Celebrando estos triunfos reverente.

XIX

Pero, ¿A dónde me lleva la alegría?
¿A qué término aspira ya cansado,
Sin alma el verso, celestial María,
Aplaudiendo tu ser inmaculado?
Hasta aquí, pues, llegó la musa mía:
Acógela te ruego, y su sagrado
Tenga a los pies de la triunfante Palas,
Cubierta con la sombra de tus alas.


Eugenio Amézquita Velasco

Los Padres Franciscanos anunciaron que los días 6 y 7 se efectuarán respectivamente la tradicional Bajada de la imagen de la Purísima Concepción de Celaya y el Panegírico, poema heroico donde se homenajea la virtud de la Virgen María y el misterio de su concepción inmaculada.

Fray Arturo Ríos Lara OFM, guardián del Templo de San Francisco en Celaya, que es la sede de la Patrona de la ciudad, La Purísima Concepción, indicó que desde el Jueves 29 de noviembre se ha venido desarrollado el Solemne Novenario teniendo cada día como programa, a las 8:30 horas, peregrinaciones y eucaristía; a las 18:00 horas, el Santo Rosario y novena y a las 19:30 horas, peregrinaciones y eucaristía. Todo esto, hasta el 7 de noviembre.

El jueves 6 de diciembre, a las 10:00 horas, la Bajada de la Venerable Imagen de la Purísima Concepción.

Este acto consiste fundamentalmente en bajar la imagen de su camarín, serle colocados los arreglos necesarios y ser puesta a la veneración de los celayenses la taumaturga imagen.

El Viernes 7 de diciembre a las 19:00 horas, el Templo de San Francisco se engalanar{a con un acto que es tradicional desde hace siglos y que es el Panegírico, Poema heroico a la Purísima Concepción acompañado por del Coro y la Orquesta Sinfónica del Conservatorio de Música de Celaya, puntualizó el sacerdote franciscano.

El día de la fiesta patronal

Fray Arturo Ríos Lara OFM, prosiguió explicando que el sábado 8 de diciembre, se desarrollará la Solemnidad de la Purísima Concepción, con Mañanitas a las 5:00 horas y misas a las 6:00, 7:00, 8:00, 9:00 y 10:00 horas.

A las 12:30 horas, Solemne Concelebración de la Eucaristía, presidida por el Excmo. Sr. Obispo Don Benjamín Castillo Plascencia.

A las 17:30 horas, recepción de peregrinación, rezo del Santo Rosario y oración del día 8.
A las 18:30 horas, procesión con la Venerable Imagen de la Purísima Concepción por las calles del centro de nuestra ciudad.

A las 20:00 horas, Celebración eucarística por los bienhechores de la Festividad.
Añadió que se está haciendo extensiva la invitación a todos los celayenses en esta devoción que es importante para la ciudad de Celaya, porque se celebra a la Patrona de estas tierras, que desde hace más de 400 años cuentan con tan insigne Reina.

Dijo que se lleva a cabo la difusión a través de las redes sociales, periódico y otros medios, de tal manera que se llegue no solo al municipio, sino a los municipios circunvecinos.
Reiteró su agradecimiento a todos aquellos que brindan su apoyo a estas fiestas.


Y ¡Oh tú, Celaya!...
Pues que te llamas la ciudad Mariana
y, por lo mismo, la ciudad Gloriosa!
Fray Manuel Martínez de Navarrete
Panegírico a la Inmaculada, canto III


Eugenio Amézquita Velasco

Con un asistencia que superó las expectativas y donde la emoción y los sentimientos a la Virgen Maria se hicieron manifiestos, el templo de San Francisco vivió una vez mas el Panegírico en Honor a la Inmaculada Concepción de María, con una presencia y participación del Coro y Orquesta Sinfónica del Conservatorio de Celaya y la asistencia de la comunidad de Frailes Franciscanos del mismo templo y convento y del Filosofado del Templo de la Cruz, de Querétaro.

Previamente, a las 16:00 horas, se realizó el ensayo del Poema y la música del Panegírico, bajo la dirección de Mons. Alejandro Montes Ávalos, para posteriormente, a las 19:30 horas, diera inicio el monumental acto de devoción a la Purísima Concepción, Reina, Patrona y Madre de todos los celayenses.




Por el pasillo central, los tres panegiristas arribaron al punto donde se encontraban el Provincial de la Provincia Franciscana de San Pedro y San Pablo de Michoacán, Fray Flavio Chávez OFM, acompañado por su Vicario Provincial, Fray Gerardo Frausto Rivas OFM así como por el padre guardián del Convento, Fray Arturo Ríos Lara OFM, a los pies de la imagen de la Inmaculada Concepción, centenaria y que se remonta a los orígenes de Celaya.

Ahí, el Provincial bendice a Fray Manuel Mendoza OFM, a Fray Ignacio de María Perez Moreno OFM y al seglar Hugo Agustín Gallardo, diputado de la Virgen -vestido con birrete y esclavina a la antigua usanza- se dirigen posteriormente a declamar el poema respectivamente los Cantos I, II y III escrito en el siglo XVIII, por Fray Manuel Martínez de Navarrete OFM, y la música, en el siglo XX, por el maestro Agustín González.

Se da lectura a una nota introductoria explicativa, que explica la historia del Panegírico hasta llegar a las composiciones actualmente presentadas en esta ocasión.

Inicia la orquesta y el Coro con la introducción y durante cerca de hora y media, los asistentes literalmente quedan embelesados y fijos en las palabras y la música, para que al final, los aplausos y de pie lanzaran vivas a la Inmaculada Concepcion, aumentando la emoción del momento y ratificando una vez mas que la Virgen María es la llena de gracia, la bendita entre todas las mujeres.

Cierra este concierto del Panegírico con dos piezas que de inmediato fueron reconocidas y entonadas por los asistentes: Salve Aurora Bella y el Himno Celayense, que de pie fue entonado por los asistentes con emoción y nudos en la garganta al iniciar el mismo con las palabras ¡Celayenses....!

El padre guardián presenta a todos y cada uno de los participantes así como al Coro y Orquesta para finalizar con la bendición del Padre Provincial a todos los asistentes, en medio de la alegría y la paz que este acto de devoción ala Purísima Concepción dejó en los ánimos de los celayenses y de los visitantes.






























Imagen de la Patrona de Celaya: La Purísima Concepción.


Eugenio Amézquita Velasco

Este 7 de diciembre, a las 19:00 horas, y como se ha venido haciendo en la versión musical del Maestro Agustín González desde hace 86 años, -a 109 años de haberse escrito por este músico- será interpretado el Poema Heroico conocido como el Panegírico, en el Templo de San Francisco de esta ciudad de Celaya, con la presencia del Coro y Orquesta Sinfónica del Conservatorio de Celaya, en una invitación general a todos los celayenses.

Fray Arturo Ríos Lara OFM, guardián del Templo de San Francisco señaló que este evento religioso, artístico y cultural es previo a la Fiesta Patronal de Celaya, es decir, a la Fiesta de la Purísima Concepción y que congrega a propios extraños en torno a Cristo y a su Madre Santísima, en la advocación de la Inmaculada Concepción.

Explicó también que a las 10:00 horas, serpa la tradicional Bajada de la Imagen de la Purísima Concepción de Celaya, para ser colocada a la veneración de los fieles y que puedanponerse bajo su manto, en un acto de filial afecto y protección maternal.

Templo de San Francisco, de Celaya, Guanajuato. México.
La historia

Al acercarse el 8 de diciembre, los celayenses perciben el aroma a fiesta, una fiesta muy especial.

Son las celebraciones de la Inmaculada Concepción de Celaya, que se realizan el 8 de diciembre, y en donde sobresalen la Bajada de la Imagen, el Panegírico a la Inmaculada Concepción, la Santa Misa Solemne y la Procesión por la ciudad con la centenaria imagen mariana.

Es fecha muy especial para los franciscanos y para la Iglesia de Celaya, ya que además de celebrarse este dogma mariano y a la Patrona de Celaya, es también patrona de la diócesis de Celaya.

Nos explica Fray Arturo Ríos Lara OFM, guardián del templo de San Francisco sobre este importante momento mariano celayense.

Es de especial importancia en los festejos, que por lo regular se realiza en la víspera de la festividad, es decir, el 7 de diciembre y es, como ya digimos, el llamado Panegírico en honor de la Inmaculada Concepción.

¿Qué es el Panegírico?

Panegírico (del latín: panegyrîcus; a su vez del griego: panegyrikos), es un discurso que se pronuncia en loor o alabanza de alguien, o incluso de un lugar.

La palabra griega panegyrikos está formada de pan (todo) y gyrikos, que proviene de agyris (pueblo), o sea «todo el pueblo» y se refería a un discurso apto para toda la gente.

El panegírico es un discurso intermedio, el exordio y el epílogo importan. Tiene como centro la exaltación de las virtudes y los hechos relevantes de un personaje, de un lugar, o de una situación, de una efeméride, o de un acontecimiento.

Para ello se utilizarán dentro de las partes del discurso: El exordio para justificar el acto en sí. La demostración para relatar cada una de esas virtudes. El epílogo como el final apoteósico de esa efeméride.

Narra el padre Ríos Lara OFM que las crónicas de la coronación de la Inmaculada Concepción de María, celebradas en 1909 y escritas 30 años después, nos hablan de esta obra poética y musical.

Dicen estos documentos que “es notable para nuestra ciudad el Panegírico, al que año por año asisten los fieles de aquella población con atención religiosa la tarde del 7 diciembre en el templo de Nuestro Padre San Francisco”.

“Un niño vestido con el hábito franciscano y con birrete en la cabeza, representando así al Doctor Sutil Juan Duns Escoto, recita dividido en partes, un poema sobre el misterio de la Purísima Concepción; en coro siempre nutrido, acompañado de sus momentos de orquesta, ejecuta varios números a manera de introducción y entreactos, antes de iniciarse la recitación y entre cada uno de los cantos del poema, respectivamente”.

“No podemos determinar el tiempo en que tuvo principio este solemne y singular acto, ni si fue ordenado por decreto o mandato de algún superior de la Orden Franciscana”, narran estas crónicas..

“Sin duda trae su origen de los famosos autos sacramentales, género literario que se usó mucho en España del siglo XVI, que consistía en composiciones dramáticas cuyo asunto era algún hecho de la vida de Nuestro Señor Jesucristo, o de la Historia Sagrada o eclesiástica, o algún misterio de la fe”.

“Con ellas el pueblo fiel se ilustraba, objetivamente y deleitándose, acerca de las verdades la santa religión”.

“Suponemos que el Panegírico data de los tiempos de oro de la Universidad real de Celaya, en la primera mitad del siglo XVIII”.

“Cada año, en el mes de octubre, antes de comenzar los cursos académicos, por estatuto, uno de los padres lectores pronunciaba en el aula general del colegio un Panegírico que por asunto obligado tenía la ilustración que Nuestra Señora hizo a nuestro subtil maestro Juan Duns Escoto, y las sutilezas de su doctrina para defensor ante Signano de su original pureza”.

“Además todos los colegios de la nueva España tenían jurado defender el privilegio de la Concepción Purísima de nuestra Madre y difundir la enseñanza teológica sobre el mismo, en lo cual se llevaban la palma los dirigidos por religiosos franciscanos”.

“¿Qué cosa más natural, pensamos nosotros, habiendo en casa teólogos y poetas, venerándose en el templo contiguo una imagen taumaturga bajo la advocación de la concepción sin mancha, y concurriendo numerosísimo pueblo muy devoto de ese misterio, que entusiasmara este, recordándole en la víspera del 8 diciembre los argumentos que afianzan su fe, envueltos en las cadencias de la poesía y entre los acordes de la música?”

“Varias han sido las composiciones poéticas que se han empleado en este acto tan conmovedor”.

“La más antigua de que tenemos conocimiento es la del reverendo padre fray José Antonio Plancarte, que por vez primera se pronunció la tarde del 7 de diciembre de 1789”, citan estas crónicas, precisó Fray Arturo Ríos Lara OFM.

“Corrió impresas esta composición y en su carátula dice así: Poema Panegírico, Hispano-Latino, dedicado a la Inmaculada Concepción de María Santísima Nuestra Señora, y celebrado en la víspera de su día por la tarde, que se contó 7 de diciembre de 1789 años, en la Iglesia y colegio de su título, que está a cargo de los reverendos padres franciscanos observantes en la muy noble ciudad (que también goza de la misma vocación) de Celaya. -Dispuesto por el reverendo padre fray Joseph Plancarte, hijo de esta santa provincia de los gloriosos apóstoles San Pedro y San Pablo de Michoacán”.

El Poema Panegírico: su autor

El actual poema es del célebre sacerdote franciscano Fray Manuel Martínez de Navarrete, ilustre hijo de la Universidad Pontificia y Real de Celaya.

Fray Manuel Martínez de Navarrete OFM, autor del poema del Panegírico.
José Manuel Martínez de Navarrete conocido también como fray Manuel de Navarrete, nació precisamente en Zamora, Michoacán en 1768 y falleció en Tlalpujahua, Michoacán, en 1809; periodista y poeta novohispano.

Sus padres fueron Juan María Martínez de Navarrete y María Teresa Ochoa y Abadiano. Su padre falleció cuando él apenas había cumplido un poco más de un mes de vida. Realizó sus primeros estudios en Valladolid (hoy Morelia). En 1787 ingresó en la Orden Franciscana en Querétaro, donde amplió sus estudios de latinidad estudiando en Celaya. Se desempeñó como cura párroco en Tula (en el actual estado de Tamaulipas) y como guardián del Convento de Tlalpujahua. Fundó periódicos como el Diario de México (1805), en los que publicó poesías líricas.​

Fue elegido mayoral de la Arcadia Mexicana, academia poética fundada por los redactores del Diario. El tono de su poesía es neoclásico, señalándose en su obra el magisterio de Juan Meléndez Valdés, especialmente en sus anacreónticas. Se le han señalado algunos rasgos prerrománticos. En 1835 se publicaron sus Entretenimientos poéticos en dos volúmenes.​

El poema es de género literario heroico; consta de una introducción y tres cantos compuestos en versos endecasílabos agrupados en ocatavas reales.

Tiene como fin cantar el triunfo de María sobre el demonio. En el se presenta, con un hermoso lenguaje poético y teológico, el curso de la historia de la humanidad, desde la desobediencia de Adán y Eva hasta que la Mujer prometida vino y quedó vencido el poder del seductor del Mal.

El padre Joseph Plancarte

Se conoce un Panegírico realizado por Fray José Plancarte OFM: “Natural de la villa de Zamora en la provincia de Michoacán; lector jubilado del orden de San Francisco; guardián del convento de Celaya y definidor de la provincia de San Pedro y San Pablo”.

Francisco Eduardo de Tresguerras, en sus memorias “Tres zamoranos ilustres” (biografías del doctor Benito Díez de Gamarra, de fray Manuel Martínez de Navarrete y de fray José Antonio Plancarte), escribe la siguiente semblanza: “En la villa de Zamora (tan justamente alabada), nació de padres nobles y muy cristianos el R. P. fray José Antonio Plancarte, a 5 de diciembre del año de 1735, y se bautizó el día de la Traslación de la Santa Casa de Loreto, 10 del propio mes; y murió en la ciudad de Celaya el viernes 29 de diciembre del año de 1815, a las dos de la tarde, cumpliendo así ochenta años y veinticuatro días”.

“Además de esta composición se conocen otras: la de Jose María Pérez Campos, la de don Francisco de A. Lizardi y la del reverendo padre fray José Manuel Martínez de Navarrete, que, a juicio de personas entendidas en la materia, es la más notable,siendo ésta precisamente la interpretada en la actualidad”.

“Las composiciones musicales que han amenizado este acto singular son las de los maestros don Cenobio Paniagua, don Teófilo Araujo, don Francisco de P. Lemus, profesor don Agustín González y presbítero don Liborio Barandica”.

“No se tiene noticia auténtica y precisa sobre la composición del Maestro Paniagua”.

“Tampoco se sabe en qué año se estrenó la del maestro Araujo que ha deleitado a varias generaciones con sus delicadas y bellas melodías, ejecutadas muchas veces por la famosa tiple Antonia Ramos, los notables tenores Castillo, Francisco Martínez Flores, Osorio, Clemente Barrón y Jesús M. Cacho de Celaya, Reyes Marqués de San Miguel de Allende y José Guadalupe Bárcena de Querétaro, y los barítonos Jesús M. Pérez y Miguel Vázquez de Celaya y Antonio Galván de Querétaro”.

“El 7 diciembre 1921 se ejecutó, dirigiendo la que él mismo, la del padre Barandica y la del señor González se cantó por vez primera en 1931”.

El maestro Agustín González y la música del Panegírico a la Inmaculada Concepción

El maestro Agustín González, nacido en 1864 y fallecido en 1927, fue otro de los muy reconocidos y apreciados compositores y organistas de la diócesis de Querétaro, que junto a Guadalupe Velázquez se dio a la tarea de formar músicos litúrgicos en la Escuela de Música Sacra.

El archivo musical de Celaya alberga una colección de 22 Cantos del IV Centenario de las Apariciones Guadalupanas, así como cinco Misas, un Misterio, Motete, Himno a Santa Cecilia, In solemnitate N. P. S. Francisci, y unos Maytines de la Purísima que tienen la siguiente inscripción:

“Compuesto para solemnizar el 50 Aniversario de la Inmaculada Concepción y para / ejecutarse en las Catedrales de México, Morelia, Guadalajara, Querétaro y Zamora y / en las Iglesias del Beaterio de Sn. Juan del Rio, Parroquia de Hércules, San Agustín, Santa Clara / Capuchinas de Querétaro. / Morelia del S. C., 26 de Noviembre de 1918”.

Este mismo maestro es autor también de un Panegírico a la Virgen María para 4 voces y gran orquesta, que se ejecuta cada año, el día 7 de diciembre por la noche, en el Templo del Convento de San Francisco de la ciudad de Celaya, “para recibir la Festividad de la Inmaculada Concepción”, el cual fue compuesto en 1908 “para la ceremonia de la coronación de la Inmaculada en Celaya”.

“Diremos dos palabras acerca de esta composición musical que será la que, Dios mediante, deleitará por muchos años a los celayenses y a los innumerables católicos que anualmente concurren al Panegírico”, rezan las crónicas.

“La partitura consta de cinco números escritos para soprano, alto, tenores I y II y coros con acompañamiento de orquesta y órgano”.

San Pío X.
“El texto es original también del señor González”.

“La obra del maestro es correctísima, su estructura es magistral; sus temas son muy bellos y su efecto es grandioso y en partes, como el final electrizante”.

“En 1920, deseando el reverendo padre fray Odorico Peñaflor una composición musical para el Panegírico, ajustada a lo que Su Santidad Pío X”, hoy santo, “dispuso acerca de la música en los templos, consultó al excelentísimo señor Obispo de Querétaro Dr. don Francisco Banegas y Galván, quien le aconsejó la encomendara al Maestro don Agustín González”, puntualizó el padre Ríos Lara OFM, guardián del Templo de San Francisco, de Celaya, donde se custodia la imagen de la Patrona de la ciudad, construido a partir de la segunda mitad del siglo XVII.

¿Quién era Mons. Banegas?

Es interesante resaltar para esta historia, que Mons. Francisco Banegas, quinto obispo de la Diócesis de Querétaro, era originario de Celaya. Preconizado obispo el 28 de febrero de 1919, consagrado como tal el 27 de julio de ese mismo año y tomó posesión del cargo el 6 de agosto  de 1919.

Había nacido en esta dulce y bella ciudad el 5 de marzo de 1867, ordenado presbítero en 1891, a los 23 años de edad, hecho que viene a darle una importancia muy interesante su participación en esta decisión. Es decir, una encomienda del Papa a un celayense.

Monseñor Banegas fallecería 12 años después de habérsele consultado por parte del Santo Padre para esto, el 14 de noviembre de 1932, afectado y debilitado por un cáncer de pulmón.

El virtuoso y sabio Obispo Francisco Banegas Galván, era hijo único del matrimonio formado por Don Jerónimo Banegas y Doña Soledad Galván de Banegas, y celayense, como ya se señaló.

En su ciudad natal cursó su instrucción primaria, prosiguiendo estudios secundarios en el colegio que los Padres Carmelitas tenían en Celaya, donde fue aventajado alumno de Fray Joaquín de San Alberto en sus cursos de Latín y Lógica.

Ingresó al Seminario de Querétaro en diciembre de 1882 y un año después se trasladó al Seminario de Morelia donde fue discípulo del Canónigo Agustín Abarca.

Recibió el Diaconado el 1° de marzo de 1890 y fue ordenado sacerdote el 23 de mayo de 1891.
Ejerció el magisterio enseñando Castellano, Literatura, Historia Universal e Historia Patria; fue director del Instituto Científico, Vicerrector y luego Rector del Seminario, en el que introdujo atinados cambios.

El 15 de enero de 1904 fue nombrado Secretario de Cámara y Gobierno del Arzobispado de Michoacán, prestando valiosos servicios a Monseñor Leopoldo Ruiz y Flores en los primeros años de su arzobispado.


Eugenio Amézquita Velasco

En muchas ocasiones, nos damos a la tarea de buscar en los nuevos espacios electrónicos existentes en internet, materiales informativos pensando que todo está disponible en la red. La sorpresa es grande cuando constatamos que no es así y, para muchos, se termina ahí la búsqueda.

Debo reconocer que yo me encuentro entre ellos. Pero, para subsanar la carencia, pongo empeño en capturar textos y contenidos, muchos de ellos antiguos, que nos regresan a nuestros orígenes, a fin de no caer subsanar los graves errores que los sincretismos generan, desviándonos de lo verdadero y lo original, en este caso, de nuestra ciudad de Celaya, y que, en ese retorno a lo original y nuestro, nos ayuden a mantener viva y presente nuestras tradiciones religiosas, no entendidas estas como un mero hecho cultural, sino como la misma etimología de la palabra tradición lo significa, una transmisión de las cosas buenas que nos han legado y más cuando estas nos conducen directamente a Dios, a la Virgen María, los santos y a todo aquello que la Doctrina de la Iglesia, inspirada por el Espíritu Santo -que es Dios- a nuestra Madre la Iglesia Católica.

Por eso, compartimos a ustedes el texto íntegro del Panegírico en honor de la María Inmaculada, Reina, Madre y Patrona de Celaya, Guanajuato. México.  Poema Heroico de Fray Manuel Martínez de Navarrete, OFM (1768-1809). Templo de San Francisco - Celaya, Gto.

Nota Introductoria

Este Panegírico (es decir, himno de carácter laudatorio) es una de las manifestaciones más notables del culto que los celayenses tributan (fe, poesía, música y afecto) a María en la realidad de su Concepción Purísima.

No sabemos exactamente cuándo comenzó a celebrarse este singular acto; parece que fue en la primera mitad del siglo XVIII, época de oro del Pontificio y Real Colegio-Universidad de Celaya, pues en sus Estatutos se establecía que cada año y antes de dar principio al curso académico, uno de los Padres Profesores pronunciara un Himno Panegírico en honor de la Purísima Concepción, basándose en la doctrina teológica que el Beato Juan Duns Escoto -Doctor y Teólogo Franciscano- del siglo XIV, presentó en ese mismo siglo en defensa del singular privilegio de Santa María; doctrina por la que el Papa Pío IX definió el dogma de la Inmaculada Concepción en el siglo XIX.

Varias han sido las composiciones poéticas y musicales de este género en honor de la Purísima que, desde entonces, se han interpretado anualmente el 7 de diciembre.

El actual Poema es del célebre sacerdote franciscano Manuel Martínez de Navarrete, zamorano, ilustre hijo de la Universidad Pontificia y Real de Celaya.

El poema es de género literario heroico; consta de una introducción y tres cantos compuestos en versos endecasílabos agrupados en octavas reales.

Tiene como fin cantar el triunfo de María sobre el demonio. En el se presenta, con un hermoso lenguaje poético y teológico, el curso de la historia de la humanidad, desde la desobediencia de Adán y Eva hasta que la Mujer prometida vino y quedó vencido el poder del seductor del Mal.

La parte musical se intercala con la declamación del Poema. Es una Cantata con partes a solo y partes a coro, con acompañamiento de órgano o de orquesta. Don Agustín González es el autor de esta obra. Nativo de la ciudad de Guanajuato, estudio música en Querétaro primero y se perfeccionó en Alemania; ampliamente conocido por sus obras musicales en Querétaro y la Ciudad de México. Compuso la obra movido por su afecto a la Inmaculada y a instancias del recordado P. Fray Odorico Peñaflor, OFM y se realiza así desde 1931.

Con gozo fraterno, los Franciscanos -por Providencia Custodios perennes de la V. Imagen de la Patrona de Celaya- ofrecen a todos, siempre el 7 de diciembre, como queda dicho, la hermosa creación de dos Maestros: Fray Manuel Martínez y D. Agustín González.

Textos del Poema y del Coro

Introducción Musical Orquesta y Coro:

Noble Ciudad, cristiana, fervorosa,
Rica de amores a la Virgen Pura
Al contemplar su Concepción gloriosa
Desque en la mente del Creador fulgura
Sus triunfos de la sierpe venenosa,
Sus ruegos ante Dios por la creatura,
Acógente a la sombra de su manto
Y admira de sus gracias el encanto.

Introducción al Poema
"Ipsa conteret caput tuu" (Gen. 3, 15)

La misma que a su Dios concebiría,
Previsto estaba que por su pureza,
Con el curso del tiempo, la cabeza
Al infernal dragón quebrantaría.

PANEGIRISTA

Mientras que otros poetas afamados
Estremecen la tierra
Con cantos de varones esforzados,
Que triunfaron gloriosos en la guerra;
Mientras ellos se sienten animados
Para cantar los ínclitos soldados,
Que uniendo al pecho la acerada malla,
Corren tras de la gloria
Por horrorosos campos de batalla,
Mientras celebran la fatal victoria
Del capitán valiente
Que ciñó de laurel su altiva frente
Y que el tiempo borró de la memoria;
Yo me atrevo a cantar en este día
La victoria inmortal, el triunfo eterno
Que consiguió María
Contra el dragón horrible del infierno

Ahora quisiera yo con presto vuelo
Atravesar del éter los espacios,
Y llegando hasta el cielo,
Entrarme por dóricos palacios.
Uniérame al instante con el coro,
Que los triunfos ensalza de María
Con instrumentos de oro.
¡Qué agradable concierto, qué armonía,
Atónito escuchara,
Que allá a la eternidad me transportara,
Cuando el Omnipotente
Entrando en sus consejos eternales!
Preparaba esta Niña sabiamente
Para vencer las huestes infernales!
Entonces se encendiera
En fuego celestial la musa mía,
Que a su asunto tal vez correspondiera
Con gallarda nobleza y valentía.
Entonces... Mas ya siento que me inflama
Tan sólo el esplendor de aquesta idea,
Y su fogosa llama
En la región de mi alma centellea
Siéntome ya a cantar determinado
La triunfadora gracia:
Pero ¿quién a mis versos ha inspirado
La necesaria fuerza y eficacia?

¡Oh tú, que desde el trono de diamantes,
Al resplandor de tu asta refulgente,
Y de tus vivas flechas coruscantes,
Haces parar el sol resplandeciente!
Tú, que en forma de llamas elocuentes
Encendiste unos hombres que tronaron
Con formidable voz entre las gentes;
Tu a cuyo sacro fuego levantaron
El temple de sus plumas los Doctores,
Que celosas vibraron
Como rayos de esferas superiores:
Pues canto, ¡oh alto numen! la victoria
De la triunfante gracia,
Comunica a mi musa la eficacia
De los sublimes cantos de la gloria.

CANTO PRIMERO

Orquesta y coro:

¡Oh Trinidad Omnipotente, Eterna,
Una en esencia, en tus Personas Trina!
Al invocarte, el hombre se prosterna
Y humilde el ángel ante Ti se inclina.
Con tu poder que todo lo gobierna,
Con tu alma luz que al bien nos encamina
Para cantar las glorias de María,
De la Virgen dichosa que en tu mente,
Oh Padre excelso, fuera concebida
Antes que por tu diestra Omnipotente
Se formaran las fuentes de la vida,
Antes que el negro abismo y el ingente
Sinnúmero de soles, que convida
A cantarte, oh Señor, a darte gloria
Y a cantar de su reina la Victoria.

"Quia projectus est accusator". (Ap., 12, 10)
"Laetamini celi, et qui habitant in eis". (Id., v. 12)

Pues que triunfa la gracia de María,
¡Oh alcázares del cielo y moradores,
de la eterna mansión de resplandores,
dad voces de contento y alegría!

PANEGIRISTA

I

Hay un lugar feliz sobre la tierra,
Al que Paraíso de delicias llama,
Por los contentos que en su espacio encierra,
La voz corriente de la antigua fama;
De su verde recinto se destierra
La tristeza fatal, porque derrama
Un torrente de plácida alegría
El autor soberano que lo cría.

II

En él, como en compendio deleitoso,
Se asoma la feraz naturaleza,
Alentada del Todopoderoso,
Juntando lo mejor de su belleza;
El grupo de sus árboles frondoso,
De sus aguas la diáfana limpieza,
Y el canto de sus gratas avecillas,
Alaban del Creador las maravillas.

III

Para custodia del feliz terreno,
Acompañado de Eva, fue elegido
Adán, entonces de ventura lleno,
Y de blanca inocencia revestido.
Sale de su hondo cavernoso seno
El antiguo dragón, y fementido,
Persuade a los consortes el bocado
De que tuvo su origen el pecado.

IV

De éste nacieron la pasión furiosa,
La grave enfermedad, el dolor fuerte,
La caterva de males horrorosa,
Que nos arrastra al reino de la muerte.
En situación tan triste y lastimosa
Lloraba el mundo su infelice suerte,
Los cielos su favor le retiraron
Y sus eternas puertas le cerraron.

V

Pero Dios, que el remedio prevenía
De tantos males, como Padre tierno,
Desde antes de los tiempos disponía
Triunfar del monstruo que abortó el infierno.
El alma entonces traza de María...
¡Entonces?... ¿Qué es entonces? Ab aeterno:
Desde antes que los cielos fabricara,
Y a la tierra cimientos señalara

VI

Entra en sus altos juicios soberanos
La Trinidad augusta y la pureza
Que había de socorrer a los humanos,
Eleva sobre montes la firmeza;
Fábrica hermosa de sus sabias manos
Aparece cual grande fortaleza
Que vencerá con el poder eterno
Las espesas legiones del infierno.

VII

Jamás tuvieron tan sublime idea
Los fogosos poetas que cantaron
Las lides de su gran Pentesilea;
Ni jamás a Belona imaginaron
Tan fuerte, para entrar en la pelea,
Los que en carrozas de oro la soñaron,
Ni pudiera jamás la fantasía
Concebir igualdades a María.

VIII

Cual torre de David en su armadura
De donde escudos mil están pendientes,
Cual muralla de bronce, en cuya altura
Se divisan castillos refulgentes;
Cual batallón dispuesto en la llanura
De vivos y ordenados combatientes,
Cual conviene a la fuerza irresistible
Del Dios de los ejércitos terrible.

IX

Cual... Y ¿qué es esto, que agitado el pecho
Arde con vivo fuego acelerado?
El ancho mundo me parece estrecho,
Sin caber en su espacio ilimitado.
Alzo los ojos al dorado techo,
Y entonces... ¡qué cantor tan sublimado
Habrá, que entone con fogosa lira
El cúmulo de cosas que me admira?

X

Cuál águila que lleva el raudo vuelo
Por las alegres sendas de la altura,
Una reina camina por el cielo
Derramando esplendores de hermosura;
El sol la viste su inflamado velo,
De que emanan torrentes de luz pura;
La luna le hace peana a su grandeza,
Doce estrellas coronan su cabeza.

XI

Un terrible dragón... aqui debiera
Mi numen elevarse al estrellado
Polo brillante de la sexta esfera;
Y allá sobre las nubes levantando,
Abultando una voz, que estremeciera
Los cielos, como trueno dilatado
En su espacio, cantara en son horrendo
La escena formidable que estoy viendo.

XII

Un terrible dragón asoma luego
Emblema del pecado, enrojecido
Como embrión inflamado por el fuego
Del Etna, y a los vientos impelido,
Agitado de envidia, y furor ciego,
Acomete a la Reina embravecido;
Más Ella con un rayo de pureza
Quebranta con su cornífera cabeza.

XIII

En la región etérea se ha encendido
La abrasadora llama de la guerra;
Huye la luz, y el cielo se ha oscurecido,
Miguel batalla, y al dragon aterra;
Arrojado cual rayo desprendido
Del globo celestial, tiembla la tierra,
Y al tocar en la arena el monstruo insano,
Hórrido brama el espumoso océano.

XIV

Al punto suena por el alto coro,
La voz del misterioso vencimiento;
Yo escucho... es cierto, los clarines de oro,
Que penetran el vasto firmamento;
¡Víctor! repiten, y al cantar sonoro,
Responde en ecos la región del viento;
Y los sublimes genios a María
¡Salve!, le dicen, llenos de alegría.

XV

¡Salve!, repiten, Niña triunfadora,
A quien el Sumo Dios poder ha dado
Para ser la terrible vencedora
Del ángel contra el cielo rebelado.
De la eterna salud restauradora,
Al humano linaje has libertado.
Del soberbio dragón, cuya fiereza
Asusta a la mortal naturaleza.

XVI

¡Salve veces mil, Oh Princesa hermosa,
Hija querida del Monarca Eterno!
¡Salve, fecunda Virgen amorosa,
Dispuesta para madre de un Dios tierno!
¡Salve, divina, celestial Esposa
Del inflamado Espíritu ab eterno!
¡Oh, Salve veces mil, porque tu planta
Su cerviz a la culpa le quebranta!

XVII

¡Salve...! Así cantan, cuando alegremente
Se iluminan del aire los espacios;
Sube la Reina al cielo refulgente,
Éntrase por sus deíficos palacios;
Ya huella el pedestal resplandeciente
Del trono fabricado de topacios;
Su solio ocupa... y el asombro, en tanto,
Silencio impone a mi festivo canto.


CANTO SEGUNDO

Orquesta y Coro:

Eva y Adán tranquilos disfrutaban
Los dones del Señor: paz y alegría,
felicidad perfecta, y esperaban
Ir a cantar en el eterno día
La gloria del Señor a quien amaban.
En ellos el Señor se complacía
Porque, siempre obedientes, respetuosos
Y amantes de la ley, eran dichosos.
Mas al ver el Espíritu protervo
La hermosura del hombre, su inocencia,
La imagen del Altísimo, del verbo,
Impresas en la humana inteligencia,
herido se sintió, dolor acervo
Del pérfido desata la insolencia
Y a fin de someterlo a fiel tributo
Ofrece a la mujer vedado fruto...
El miserable Adán desobedece.
Y apenas reconoce haber faltado,
Se esconde: Dios la llama; se estremece.
¿Dónde estás? dice Dios. Avergonzado
Adán, ante el excelso comparece
Inculpa a la mujer de su pecado

Eva a su vez inculpa a la serpiente,
A la cual habla así el Omnipotente:
Maldita será tú, por atrevida:
Maldita entre las bestias y animales;
Arrastrándote irás envilecida,
Y tierra comerás en los eriales;
De la mujer serás aborrecida
Y en vano acecharás los calcañales
De una Virgen de prístina pureza
Que hollará con sus plantas tu cabeza.

"Avertisti captivitatem Jacob" (Sal 84, 2)
"Gloriosa dicta sunt de te, civitas Dei" (Sal 46, 3)

Gloriosa te predican, Virgen pura,
Porque bajando desde el alto cielo,
Cual ciudad de refugio, eres consuelo
Al mundo, que lloraba en prisión dura.

PANEGIRISTA

I

Cual negra tempestad, que en la vacía
región del aire, por la noche obscura
Brama espantosa, y asomando el día
Huye azorada de su antorcha pura.
Así el dragón horrendo perecía
Al luminoso rayo de hermosura,
Que despuntó la aurora soberana
Anunciando el candor de su mañana.

II

A duro cautivero reducidos,
Lloraban su miseria los mortales;
Los altos cielos, de su voz heridos,
Abren luego sus puertas eternales.
Oye el Señor sus lúgubres gemidos,
Y para dar consuelo a tantos males,
En misteriosas sombras y figuras
la libertad promete a sus creaturas.

III

Ya por Judá una nube pequeñuela
En apacible lluvia se derrama,
resucita la tierra y se consuela
Con nuevas flores y reciente grama.
Ya la ventura de Jacob con fausta llama
Anunciando a la cándida Doncella,
Nube fecunda reluciente estrella.

IV

Ya se asoma Raquel, y su belleza
Nos retrata el semblante de María;
Llega Débora, y dice su destreza
En triunfar de una larga tiranía.
Viene Judith, anuncia su entereza
El vigor de su brazo y su valentía;
Y Esther, con su virtuosa compostura
La Niña más modesta nos figura.

V

Corren siglos, y se acerca el día
En que a triunfar del monstruo y de su engaño
Desciende el alma hermosa de María;
El bajo mundo en su terrible daño
Por las celestes órbitas veía
Cuatro mil vueltas circular al año.
Desciende en fin la celestial belleza
A honrar a la mortal naturaleza.

VI

No tan alegre ríe el verde prado
Después de un largo y riguroso invierno,
Ni es tan fértil de Ceres el sembrado
con blanda lluvia de rocío tierno,
Como alegre y fecundo el preparado
Tronco glorioso con el bien eterno,
Que ostenta de su fruto esclarecido
Tan milagrosamente concebido.

VII

Cuando yo considero al Soberano
Artífice empeñado en la belleza,
Que cual refugio del linaje humano
Viene a ser la ciudad fortaleza
Parece que me toma de la mano
Un genio celestial y con presteza
Me lleva por el mundo dilatado
Que el águila de Patmos fue mostrado

VIII

Otra tierra, otros mares, otro cielo
Se vienen a mis ojos admirados;
El nublado se arrolla como un velo
Que ocultaba los cielos estrellados;
Entonces del empireo en manso vuelo
Sostenida de espíritus alados,
La ciudad del Señor baja a la tierra
Para hacer al infierno cruda guerra.

IX

A su aspecto se humillan las famosas
Pirámides de Menfis, las almenas
Elevadas de Roma, y las hermosas
Murallas de Cartago y de Micenas,
El Coloso de Rodas, y orgullosas
Torres gigantes de la insigne Atenas,
El orbe todom porque su estructura
Toca de Dios la incomprensible altura.

X

Mientras que de albas nubes rodeado
Yo me contemplo, asoma refulgente
Una benigna luz por el poblado
Que Ágreda llama la española gente;
A su claro reflejo iluminado,
El misterio descubro reverente;
El augusto misterio respetable
De la ciudad de Dios inexpugnable.

XI

Cante, pues, otra musa su belleza,
Su adorno, su primor, su simetría
Sus fundamentos santos, su pureza,
Todo en aplauso digno de María,
Que a mi musa esta vez su fortaleza
Le basta, cuando acá en la fantasía
Le ve como refugio en tantos males
Que padecen cautivos los mortales

XII

¡Qué muro! ¡Cuál se eleva! pero abiertas,
Ofreciendo seguro y franco paso,
Con su ingreso convidam doce puertas
Al Oriente, Aquilón, Austro y Ocaso;
Allá van las naciones que despiertas
a la plausible voz del feliz caso
Entran a resguardarse del horrendo
Cruel enemigo que las va siguiendo.

XIII

Como rugiente León, que se pasa
Alrededor del monte levantado
Cuando el hambre voraz lo aguijonea
Y busca sin sosiego algún bocado.
Así el dragón solícito rodea
la ciudad del refugio que han hallado
Para escapar sus bárbaros furores
Las almas de los tristes pecadores.

XIV

Pero, ¿Y qué? ¿Las diabólicas legiones
Han de asaltar los muros elevados
Que defienden celestes batallones
De espíritus valientes y esforzados?
¿Quién podrá derrotar los escuadrones
Que en su custodia velan, animados
Del celo de su rey omnipotente,
Que llena esta ciudad rsplandeciente?

XV

¿Qué es esto?... ¡Ah! del trono majestuoso
Que se eleva con real magnificencia,
sale la voz del Todopoderoso
Anunciando su mística presencia;
Vuela el dragón, huyendo temeroso,
y su denso escuadrón, con la violencia
De las aves que el vuelo han levantado
Al estruendo de un bronce fulminado.

XVI

Huye también la Parca macilenta,
Que la culpa en su imagen contenía;
El agudo dolor también se ahuyenta,
Y la negra infernal melancolía;
El llanto calla; ya no se lamenta
La congoja de tanto amargo día;
¡Triunfa la gracia! ¡Oh! ¡Viva!... de esta suerte
Que ha vencido a la muerte.

XVII

Esto pasaba, cuando el vivo fuego
que corre ardiente por las venas mías,
Acabando en un todo mi sosiego
Me ofrece el plan de nuevas baterías;
Siento ya el más extraño desasosiego
De todas mis potencias... ¡Oh almo Elías!
Elévame en tu carro al cielo, en tanto
Que templo el verso del tercero canto.


CANTO TERCERO

Orquesta y Coro:

Con Dios formabas ¡oh feliz María!
Cuanto en los cielos de existir se ufana;
Los astros de la noche, los del día,
Las galas de la tarde y la mañana
Y en tanto que el Señor se complacía
En tus gracias, oh Reina Soberana,
El Ángel contemplándote en la mente
Del Eterno, cantaba reverente:

¡Gloria, gloria, hosannas, aleluya!
Al Altísimo, al Todopoderoso;
El cielo se apresure y contribuya
a cantar el portento más grandioso:
Que una Virgen purísima destruya
La maldad del espíritu alevoso.
¡Salve, oh Virgen, completa es tu victoria,
Hosannas, aleluya, gloria, gloria!

Quid videbis in Sulamite, nisi choros castrorum!
(Cant 7, 1)

¿Qué vemos? ¿Qyé escuchamos en el día,
sino del alma Iglesia himnos sonoros?
¿Qué vemos, sino ejércitos canoros
que celebran el triunfo de María?

PANEGIRISTA

I

Todo el orbe se mueve; y entre tantp
Que corre placentera la alegría,
Celebrando el misterio sacrosanto
De la gracia triunfante de María,
La región se estremece del espanto
Y entre confusa y grande gritería:
¿Quién es ésta, se escucha, que ha triunfado
En su instante primero del pecado?

II

En el hondo palacio de la oscura
Y sempiterna noche se congrega
Una chusma diabólica, que jura
Destruir la causa porque no sosiega;
A todo su dolor y desventura
Desesperado el príncipe se entrega
Y amedrentado el hórrido Cocito
Levanta así su formidable grito:

III

¡Oh, grandes de mi corte! les decía...
Perdidos somos, porque la belleza
Que triunfa de nosotros en el día,
Es aquella mujer de fortaleza,
La misma que en el cielo nos vencía
Con solo la señal de su pureza;
Perdidos somos, pues su augusta gracia
Repara el mal de la primer desgracia...

IV

Así empezaba, cuando acallaron
Mil espíritus fuertes, proponiendo
Remedio en el error... Todos lanzaron
Su formidable voz, ¡Víctor! diciendo;
las subterráneas bóvedas temblaron,
Y cuando el negro monstruo iba saliendo,
Cual noche, de su lóbrega caverna,
Eclipsar presumió la luz eterna.

V

Corre por todo el ámbito anchuroso
De este gran universo, a la manera
De una peste, cuyo hálito dañoso
Del aire sano la bondad altera,
Aquí y allí derrama el contagioso
Letal veneno de su saña fiera;
Y aumentando sus sombras igualmente,
Se opone a la alba en su sagrado oriente.

VI

Rodeados de tinieblas horrorosas
Quedaron desde luego los Arrianos,
Maquinando sus sectas peligrosas
Con Begardos, Beguinas, Nestorianos;
Auméntanse las fuerzas poderosas
Del robusto escuadrón de anti-Marianos,
Que del error armados combatían
Las murallas que a Sión fortalecían.

VII

Opónense guerreros animosos
Los Padres de la Iglesia, y entretanto
Una noche de siglos tenebrosos
Cubre de dudas el misterio santo;
Batalla Anselmo y víctores gloriosos
De huestes enemigas son quebranto;
La devoción respira en Inglaterra:
¡Tiempo dichoso para aquella tierra!

VIII

Entonces el error se desvanece,
A la manera que la sombra oscura,
Cuando la blanca aurora resplandece
Sin niebla que se oponga a su hermosura.
Su aspecto le da horror, y se estremece,
La vista hurtando de la Virgen Pura:
Huye veloz el Tártaro profundo,
Brillan los cielos, y se alegra el mundo.

IX

Libre la Iglesia de enemigos tantos
Con el que error tenaz la perseguía,
Desata luego sus festivos cantos
Aplaudiendo la gracia de María.
¡Alégrate!, le dice, en himnos santos,
Que rebosan contento y alegría,
¡Alégrate en el punto inmaculado,
Que fuiste concebida sin pecado!

X

¡Alégrate!, pues, sólo con tu planta
Que el Señor fabricó de fortaleza,
Oprimes del infierno la garganta,
Que pestes vombitaba a tu pureza:
¡Alégrate!, pues vences tropa tanta,
Con que el error se opone a tu grandeza:
¡Alégrate, oh!... por siempre la alegría
Bañe tu rostro, celestial María.

XI

Por otra parte, en gruesos batallones
Se divide un ejército admirable
De sabios y doctísimos varones
Que la opinión defiende menos loable.
Si bien al parecer de sus razones
Arguyen sobre punto el más probable:
Decreto fue de Dios, que en la victoria
Sin fuerte oposición ¿Cuál fue la gracia?

XII

Los piadosos resisten por su parte,
Con heroica virtud, noble ardimiento;
Y así como un ejército de Marte
Que se anima al glorioso vencimiento
Cuando enarbola el bélico estandarte
De la horrísona trompa al ronco acento,
Así también se animan los doctores
De la piedad mariana defensores.

XIII

La disputa se enciende, y más se aviva
Cada día con tantas opiniones;
Arden las aulas, como en guerra viva
Los campos de encontrados batallones;
Suenan las armas que Minerva activa
reparte a sus fogosos escuadrones,
La verdad indecisa se confunde
Y el orbe literario ya se hunde.

XIV

Cuando el celoso Padre Omnipotente
De la gracia de su Hija Soberana,
Anima con esfuerzo suficiente
Al campeón de la escuela Franciscana.
Vuela Escoto a París, y cual ardiente
Rayo que vibra la razón Mariana,
El baluarte destruye que blasona
De invencible torreón en la Sorbona.

XV

A este tiempo la fama voladora
Sube a los aires, y el clarín sonando
Publica el triunfo de la gran Señora
Contra las fuerzas del contrario bando.
Al eco grave de su voz sonora
Que se va por el orbe dilatando,
Vienen a refugiarse con su tropa
La Asia, la África, América y Europa.

XVI

¡Grandes provincias, reinos dilatados,
Populosas ciudades de la tierra,
rendid las armas a los celebrados
Triunfos gloriosos de tan fausta guerra!
¡Fieles Españas! ¡Reinos bienhadados!
¡Oh cuánto el Orco de mirar se aterra
En vuestros Carlos, reyes victoriosos
Celebrar esos triunfos misteriosos!

XVII

¡Salid, hijas de Sión; ved cuál se eleva
Al Empíreo la Reina Soberana,
Que con reciente albor, y con luz nueva
De sus astros festeja la mañana;
Cuya hermosura la atención se lleva
Del sol y de la luna, cuando ufana
La familia de Dios, sus hijos todos
Canta sus triunfos en alegres modos!

XVIII

Y ¡oh tu, Celaya!, que a la Soberana
Princesa te le ofreces obsequiosa,
Pues que te llamas la Ciudad Mariana
Y, por lo mismo, la Ciudad Gloriosa,
Así en tu frente lleves siempre ufana
El claro nombre de esta Niña hermosa;
Que no cesen tus cultos anualmente,
Celebrando estos triunfos reverente.

XIX

Pero, ¿A dónde me lleva la alegría?
¿A qué término aspira ya cansado,
Sin alma el verso, celestial María,
Aplaudiendo tu ser inmaculado?
Hasta aquí, pues, llegó la musa mía:
Acógela te ruego, y su sagrado
Tenga a los pies de la triunfante Palas,
Cubierta con la sombra de tus alas.

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